
Primero sus golpes perdieron fuerza. Luego se espaciaron. Ya casi al final se agarró tímidamente al cubrecama.
Quise contar hasta veinte pero por precaución, pensé, mejor contar hasta cincuenta.
Aparté la almohada de su cara. Y pude ver su dulce expresión aterrada.
Quise contar hasta veinte pero por precaución, pensé, mejor contar hasta cincuenta.
Aparté la almohada de su cara. Y pude ver su dulce expresión aterrada.
Joan Torres
Joan, sabes que la vida puede ser extraordinariamente bella. Utiliza tus pinceles para llenar de luz la estancia no de horror.
ResponderBorrarTe aseguro que sé lo bella que es la vida. Y disfruto de cuanto me da con pasión. Por eso puedo escribir lo que me place, con la única limitación del respeto debido. El publicar o no mis palabras no es mi decisión. Pero yo, erre que erre, escribo cada día.
ResponderBorrarSi esta estancia se ensombreció con mis palabras, lo lamento. Por la estancia, no por mí.
Joan.
A mi me encantó, es sorpresivo y bueno este escrito. Felicitaciones. Magda
ResponderBorrarJoan
ResponderBorrarme gusta esa imagen que creaste, no siempre la almohada es soledad, ni sensualidad...a veces tambien habita el miedo ahi...
saludos