viernes, julio 18, 2008

ARTE EN LAS CALLES - GRAFFITI

Desde Coquimbo, Chile la fuerza del color.








Adiós pajarito
by
extremacolor

martes, julio 15, 2008

NARRATIVA - SILVINA OCAMPO

La nube

Íbamos a cazar una nube. No es fácil, cualquiera lo sabe. Era una nube blanca, rodeada de pasto y de flores. Cazarla era imposible. ¿Cuál era la nube? Esto era lo difícil. Las nubes estaban en el horizonte, muy lejos; había que alcanzarlas en coche, en automóvil, en avión. ¿Pero quién dispone de un avión, de un automóvil, de un coche? Más fácil sería ir a caballo, galopando, o en bicicleta. Pero todo era imposible. Una vez llegados al horizonte, ¿qué hacíamos? Nos quedamos mirando la nube que no había cambiado de forma, aunque sus compañeras fueran bastante distintas y fáciles de confundir entre ellas. Nos quedamos mirando aquella nube hasta que cayó la noche azul, azul como el interior de uno de los juguetes, el más importante y seductor de todos; un juguete vulgar, si se quiere, pero raro. El juguete era extraño, no puedo describirlo pero se trataba de una bolsa de material plástico, que no existe en este mundo, en forma de raqueta; contenía un mar azul, tan azul que no parecía cierto como el azul de la noche. Cuando el mar se agitaba surgían otros paisajes, de países distintos. El agua que llevaba la bolsa era de mar, tal vez, y los paisajes nunca se repetían, y eran preciosos.

—Soy propietaria de la nube —dijo la más tonta de mis amigas— y es mía. Yo me quedaré hasta que desaparezca.

Lo dijo con tanta seriedad que todo el mundo la creyó.

—Nunca desaparecerá —dijo una señora cubierta de plumas, como si quisiera imitar a los indios.

—Entonces me quedaré para siempre —declaró la niña.

Y quedó para siempre en aquel lugar, que no sé muy bien dónde se encuentra. Nadie lo conoce. Se llama la Nube o se llama Descubrimiento de Otro Mundo; pero nadie sabe dónde está, ni en qué estación aparece. A veces la nube se transforma en un lecho donde cruza el cielo, un lecho rosado y mullido, que no tienen las lluvias ni los temporales, y duerme durante horas hasta que el sol la despierta y ella, ágil como una liebre, salta de su lecho y baja a la tierra; alguien la espera, alguien que no sabemos quién es. Este es el misterio que hay que descubrir. ¿Quién la espera? ¿Un joven hermoso, un perro, un animal feroz? Nunca lo sabremos. Cuando baja y aterriza, me aseguran que oye un gruñido que la asusta. ¿Una nube que gruñe? En los primeros tiempos creyó que sería la tormenta... Una tormenta nunca gruñe. Después empezó a dudar; el gruñido era acaso de una bestia antediluviana. Rápidamente optó por averiguar de dónde provenía. Lo buscó desesperadamente y olvidó los libros que tenía que revisar y recuperar porque le pertenecían, porque ella los había descubierto. Buscó a todas horas, en todas partes, olvidando lo que tenía cerca de su mano. Ya no comía, ni dormía ni descansaba. El mundo ya no era el mismo. Se arrodilló finalmente sobre el pasto e inventó una oración. Cerró los ojos y la dijo noche y día, día y noche, hasta que recuperó la quietud.

Nunca supo cuál era el animal que gruñía. ¿Un lobo, un zorro, un jaguar, un tigre? Como estaba tan cerca de las nubes, no podía distinguirlas. Vistas de cerca, las nubes eran enormes... Nunca supo cuál era la bestia, pero sí que esa bestia la mataría si no abandonaba la nube de su invención. Y ésta es la única verdad de este cuento.

POESIA - CARLOS ARDOHAIN


Piedras.

Piedras en el fondo del mar
aquiescencias insólitas
bordes romos, superficies tersas
texturas direcciones tramas
ni vos ni yo estamos aquí
no somos nosotros los indicados
para evaluar si esto
es una metáfora o una trampa
el agua que nos lava no puede
oficiar de tejido conectivo
el agua no puede
hablar por nosotros
en este lugar el silencio
es perfecto en este lugar
todo está en su lugar
en este silencio
uno puede disolverse
en el tiempo
en esta distancia
que hay entre nosotros
todo puede caber


lunes, julio 14, 2008

Poemas de la era nuclear - Oscar Hann

Poemas de la era nuclear, de Óscar Hahn

Por Eduardo Moga
Letras Libres, Julio de 2008





Poemas de la era nuclear, de Óscar Hahn (Iquique, Chile, 1938), es una antología que recoge poemas escritos entre 1968 y 2001, muchos de ellos inéditos. Su primera sección constituye un vigoroso alegato antibélico, en el que se evoca el horror de Hiroshima y Nagasaki, y se consignan escalofriantes imágenes de la reciente guerra de Iraq. El expresionismo conviene a la naturaleza apocalíptica de lo descrito, pero el grito en que se erigen los poemas es un grito delicado, que hace tolerable la violencia que denuncian. Las piezas se articulan inteligentemente, con pertinentes juegos simbólicos –como la correlación numérica de las primeras, que concluye en la titulada “Reencarnación de los carniceros”, precedida por el número de la bestia, el 666– y airosas gradaciones, como la que compone “En la tumba del soldado desconocido”, que empieza con la alegría que embarga a quienes parten a la guerra y acaba con su muerte y su olvido. Los ecos antiyanquis, empero, no tardan en aparecer, y uno no acaba de entender que la imperfecta pero democrática sociedad estadounidense sea la sociedad denostable por antonomasia, el paradigma del pueblo hipócrita y cruel que inflige dolor al mundo, como parece desprenderse, por ejemplo, de “Familia americana”: “Bombardean Hanoi/ Bombardean Bagdad/ Bombardean Kabul// Pero ellos son piadosos/ y adoptan a los huérfanos”. En otra estimación sesgada, si no torticera, del daño que sufren los seres humanos, Hahn critica con acritud –y con razón– los bombardeos de Iraq, pero el atentado contra las Torres Gemelas sólo es un pretexto para un poema de amor.

La segunda y más breve sección de Poemas de la era nuclear está dedicada a la música. En media docena de poemas, Hahn rinde homenaje a algunos de sus estilos o intérpretes favoritos, como el jazz, Elvis Presley, John Lennon o Kurt Cobain. En dos de las piezas practica un rasgo muy posmoderno: la mezcla de referentes. Así, San Juan de la Cruz escucha a Miles Davis –ambos penan en el calabozo–, o The Eagles y José Asunción Silva –el exquisito poeta colombiano, admirado por Unamuno, que, tras departir con los amigos, se pegó un tiro en la pechera– confluyen en el Hotel California, such a lovely place. Esta convivencia de personajes, asuntos o técnicas disímiles se mantiene a lo largo del poemario: los sonetos consonantes se avecindan con la música pop, y la poesía cortesana se entrelaza con la astronomía: “Las catedrales azules del cielo esplenden en la noche sin fin/ y sus vitrales de colores dejan pasar la luz de otros mundos// Tu locura mi cielo brilla en la noche estelar// De tu frente sin orden/ se alza un arco iris que acaba en mi frente”, leemos en “Hipótesis celeste”.

La tercera sección del libro examina, con irreverencia y humor, los conceptos de la religión. La epífora –“fijensé”– que atraviesa el primero de los poemas que la componen, “Fábula nocturna”, es un buen ejemplo del gusto por la experimentación retórica de Hahn, y de su burbujeo verbal. En Poemas de la era nuclear abundan las repeticiones y los calambures, como manifestación de su inclinación, en ocasiones excesiva, por los juegos de palabras: “Tienen rabia contra el mundo/ Tienen rabia contra el inmundo”, escribe en “Nirvana”; y en “Sociedad de consumo”: “Examinamos el nuevo producto/ anunciado por la televisión// Y de pronto nos miramos a los ojos/ y nos sumimos el uno en el otro// y nos consumimos”.

En esta práctica de lo ingenioso radica lo mejor y también lo peor del libro. Y donde mejor se advierte es en su cuarta sección, la más extensa, dedicada al amor y a sus tribulaciones, que se derraman por una cotidianidad elemental y ardua, encendida por el recuerdo del deseo y la cópula, pero también por la dentellada de la separación y la mortaja del olvido, y salpicada de manchurrones bukowskianos. Hahn acierta a menudo, y obtiene una emoción seca y grande, como en “Muerte de mi madre”: “existir no puede ser algo tan pobre/ como vivir metido adentro de un cuerpo/ que se hace escombros que se hace cenizas…”; o bien poemas crujientes como hogazas, recorridos por una sutileza que no es incompatible con lo coloquial, y que eleva lo insignificante, mediante la metáfora, de su légamo de insignificancia. Sin embargo, Hahn incurre no pocas veces en la obviedad. Algunos poemas son de una simpleza descorazonadora; otros, amorosos, resultan ñoños; otros, en fin, sólo pueden calificarse de fallidos. En “De la naturaleza de Dios”, por ejemplo, escribe: “Dios es una secretaria de pelo largo/ falda ajustada y escote pronunciado/ que cuando se inclina hacia delante/ se le ve la vía láctea”, versos desdichados en los que brillan el anacoluto, el tópico y la vulgaridad. Es la efervescencia lingüística, el voltaje y, a la vez, la delicadeza expresivos lo que evita que sus piezas más críticas e ideológicas se conviertan en propaganda: cuando no se tiene ese cuidado, la poesía desaparece. Así reza –y nunca mejor dicho– el epigrama “La última cena”: “La corrupción se sienta/ sobre los limpios cuerpos/ con servilleta y tenedor y cuchillo”. Hahn parece compartir, en sus peores momentos, la concepción de “la poesía en tejanos” que tanto popularizara en España la poesía de la experiencia, felizmente extinta; una poesía que concede al lector el placer de la nada, correctamente redactada. Así lo confiesa en el título de uno de los poemas, “Ninfas en jeans a la carrera”, y así lo reconoce también Alexandra Domínguez en su entusiasta prólogo: “[Hahn] se apropia de las epopeyas colectivas con el tono que siempre le será propio y que lo distinguirá de sus compañeros de generación, una cierta informalidad, una poesía, para decirlo con sus mismas palabras, ‘que no es de corbata, sino de bluyines’…”

El tono de Poemas de la era nuclear vuelve a subir en su última sección, que investiga en lo interior y se aproxima al delirio, pero sin abandonarse a él. Hahn proclama sus inquietudes existenciales en estos poemas elaborados con dísticos y fervor, sacudidos por calambrazos oníricos y hasta surreales, y no exentos de ironía. En “La muerte es una buena maestra”, las oscuras llamaradas del inconsciente –”un árbol lleno de pájaros muertos”– se mezclan con alusiones al Lázaro bíblico, a los náufragos del Titanic, a la pintura demoníaca de El Bosco, a la suicida Alejandra Pizarnik –”aquí no hubo ni extracción ni piedra ni locura”– y al Ave Fénix, para reconstruir el viaje de la muerte, emprendido ya por todos, temporal o definitivamente, y que atisba también el yo lírico, ingresado en un hospital, cuya sangre manipula un cirujano. La certeza del envejecer y de una nada cada vez más cercana culmina en un último poema, “Mar y cielo”, construido mediante inversiones, que traducen la confusión del ser y su desorden final: “Había pájaros en el fondo del mar/ (…) Había peces en lo alto del cielo/ jibias que nadaban con sus tentáculos sepia…”. A ese cataclismo existencial, no obstante, no se llega sin haber experimentado, en algún fugaz momento cuya razón desconocemos, un sentimiento de fusión con el universo, que nos redime de tanta ruptura y de tanta soledad: “cierra los ojos olvídate del mundo concéntrate en el sitio// donde el espacio de la mente y el espacio del cielo se juntan/ se juntan y se abren a dimensiones inconmensurables/ no hay adentro ni afuera hay algo que no tiene nombre…”.



Artículo recogido desde letras5s
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POEMAS DE LA ERA NUCLEAR (ANTOLOGIA 1961-2008.)de HAHN, OSCAR
Editorial: BARTLEBY EDITORES, S.L.
ISBN: 9788495408846
Nº Edición:1ª Año de edición:2008
Plaza edición: MADRID



Óscar Hahn es hoy uno de los grandes y necesarios poetas de Chile, lo que equivale a decir de la lengua española y la poesía contemporánea. Su poesía, ya integrada en el coro de las voces mayores de nuestro tiempo, es un viaje a las zonas desapaercibidas de lo real, un descubrimiento de segemntos no explorados hasta ahora por la conciencia poética, el enunciado que asume la contradicción, la heterodoxia que incorpora lo clásico y el desafío imaginativo, la erudición y lo coloquial, el conflicto que convive sin conflicto en la revelación que sólo la oesía es capaz de mostrarnos.Poemas de la era nuclear, antología que recoge poemas escritos entre 1961 y 2008, en buena parte inéditos, muestra ese interés permanente de Óscar Hahn por insertar el yo y su circunstancia en un mundo contemporáneo marcado por la prevalencia de los conflictos bélicos, la amenaza armamentista y la eclosión de las nuevas tecnologías

POESIA VISUAL - PAULA FERRARESI




Paula Ferraresi
De la serie "Palabras en quiebra"
2006

viernes, julio 11, 2008

ARTE EN LAS CALLES - BANKSY




Tras las huellas de Banksy.

El grafitero más famoso del mundo sigue siendo anónimo

Hace dos semanas, en una subasta londinense, alguien pagó más de 300.000 euros por el mural de un grafitero en el que unos monos con un cartel al cuello se ríen de los tontos seres humanos; días antes, alguien había pujado en Internet con 270.000 euros por un dibujo estampado por las buenas en una pared de Londres. El precio no incluía ni la extracción de la pintura del muro ni la reposición de la pared del (afortunado) dueño de la casa en cuestión.

El autor de las dos obras era el mismo: Banksy, el grafitero enigmático, el más famoso del mundo, el más cotizado, criticado, admirado, perseguido y comentado. También el más misterioso, escurridizo y silencioso. Ha llenado de sus pinturas el muro de Gaza; ha entrado subrepticiamente -disfrazado con barbas postizas, sombrero y gabardina de exhibicionista de chiste- en los más grandes museos del mundo para colgar obras suyas llenas de un humor cachondo al lado de cuadros venerables; ha pintado sobre cerdos y elefantes de verdad; ha hecho exposiciones multitudinarias en Los Ángeles; ha vendido cuadros a Brad Pitt y Angelina Jolie...

Pero nadie fuera de su círculo de amigos sabe con certeza su nombre verdadero, ni la forma de su cara, ni su estatura, ni su biografía, ni la cuantía de su fortuna (si es que tiene) ni su lugar de residencia o su número de teléfono o de fax. En Bristol, la ciudad en la que nació (aunque no se sabe en qué barrio), la mayoría de los jóvenes le adoran; la policía, en cambio, le considera un gamberro. Él se ha autodefinido como "vándalo profesional". Los turistas hacen tantas fotografías de sus dibujos callejeros como de los barcos del puerto; su libro se encuentra entre las camisetas y las catedrales de miniatura en las tiendas de recuerdos; a los empleados de la limpieza de los vagones de los trenes de esta ciudad les entregaron el año pasado una guía de arte grafitero para que aprendieran a identificar sus pintadas y conservarlas.

¿Quién es Banksy?

La camarera del pub nocturno de la calle Frogmore saca la basura a las dos de la tarde y la deja en un cubo enorme que hay en un callejón delimitado por un puente y la pared lateral del edificio, de cinco pisos. A la altura del tercero, más o menos, hay un gran dibujo: un hombre en chaqueta se asoma por la ventana y mira a lo lejos buscando a alguien mientras una mujer (su mujer, probablemente), en ropa interior, le sujeta por el hombro tratando de calmarle; agarrado al marco de la ventana con una mano, a lo largo de la pared, se encuentra el amante, un tipo calvo y desnudo. Unos metros más abajo, al lado del cubo de la basura que ahora cierra la chica del pub, se descubre la firma del autor: Banksy.

Para pintar esto necesitó un andamio de obra. Lo confirma la chica, que prefiere no dar su nombre. Con una sonrisa, también asegura que el andamio estuvo dos días colocado pero que ni ella ni sus colegas del pub se enteraron de para qué servía. Que no preguntaron... Que Banksy lo pintó de madrugada... que se lo encontraron por la mañana... que...

-¿Y usted lo vio? ¿Usted lo conoce? ¿Usted conoce a Banksy?

La chica vuelve a sonreír, con ironía. Y dice, con una voz cantarina, como si no quisiera que se la creyera del todo:

-Nadie conoce a Banksy. Ni en Bristol ni en ningún lugar.

El dibujo, pintado hace dos años, desató la polémica en esta ciudad. La elección del emplazamiento no era casual: el edificio, además del bar en la planta baja, alberga una clínica de enfermedades sexuales y unas dependencias municipales. Además da de frente a la sede principal del Ayuntamiento. Era una suerte de desafío. Algo así como "Atrévete a borrarlo". La prensa local, más o menos devota del grafitero, dio la noticia de la aparición de la pintura. Algunos querían que se borrara; otros, no. El Ayuntamiento decidió convocar una consulta popular. Más de 500 personas participaron. El 95% votó por Banksy. Se quedó. Por aclamación popular. En el sitio elegido por el artista anónimo. No sin que un concejal del partido conservador, Spud Murphy, se echara las manos a la cabeza: "Esto es delirante. Este Ayuntamiento se ha vuelto loco".

-Nadie conoce a Banksy -repite la camarera-. Nadie sabe quién es y por qué pintó esto aquí.

Lo que sí se sabe: Banksy es rubio, alto, viste la ropa típica del grafitero amante del hip-hop; tiene unos 35 años; desde muy joven formó parte de la vivísima cultura de la pintura callejera de Bristol, tal vez junto a Birmingham, la más talentosa de todo el Reino Unido. Comenzó empleando la técnica del spray aplicado directamente a la pared. Pero una noche decidió cambiar. Él lo explica en un libro suyo, Wall and piece (Muro y pieza): "Estábamos poniendo 'SIEMPRE LLEGA TARDE' en el vagón de pasajeros de un tren. De repente llegó la policía y salimos corriendo. Pero yo me arañé con las espinas de un arbusto y no me dio tiempo a llegar a nuestro coche. Mis amigos se fueron. Yo me escondí debajo de un camión de basura. El motor estaba a la altura de mi cara: un hilillo de aceite se filtraba y me caía en la cabeza. Estuve así durante una hora, mientras oía a los polis andando por los raíles, buscándonos. Decidí cambiar de táctica o dejarlo: tenía que tardar menos tiempo en pintar. Entonces vi que el tanque del motor del camión tenía letras pintadas con una plantilla. Yo podía hacer lo mismo con letras mucho más grandes".

Desde esa noche, Banksy hace plantillas con cartones que coloca en la pared y que luego rocía con el spray de pintura de coches. Es simple, directo, rápido e impactante.

Primeramente se dedicó a llenar las calles y parques de Bristol con ratas de espíritu crítico y burlón que hacían de todo: rodar a los transeúntes con cámaras, oír música, bailar, volar, romper con tenazas imaginarias candados de puertas de verdad... Se integraban en el paisaje urbano (en los buzones, en las alcantarillas, en las trampillas, en los pomos de las puertas) para reírse de él, para criticar los carteles que prohibían esto o lo otro...

Había nacido Banksy.

La policía los borraba en cuanto los encontraba. Como hacía con los otros grafiteros de la ciudad, por otra parte.

En 2000 organiza su primera exposición, en un restaurante-barco llamado Severnshed. Después se mudó a Londres, ciudad que también llenó de dibujos, y viajó a Los Ángeles, San Francisco o Barcelona. Su fama y su cotización creció. Los admiradores locales que compraron en Severnshed obras suyas por 100 libras las revenden ahora por 30.000.

El restaurante todavía existe. Aún organiza exposiciones. Pero ninguno de los camareros de entonces sigue. Porque ésa es otra: la pista de Banksy se desvanece a cada paso. Cerca, hay otro barco-pub, el Thekla, que mantiene en la línea de flotación una pintura que el grafitero hizo hace años una noche montado en una barquita. Sin mebargo, nadie en el barco-pub sabe (o dice saber) nada sobre él.

Hay una mujer que sí lo conoció. Se llama Susie, ronda los 50 años, le gusta mucho la pintura, pero habla con pereza, prefiere no dar su apellido y trabaja en la tienda del centro de arte contemporáneo Arnolfini. "Hace muchos años, cuando él era casi adolescente, pasó una noche en casa y nos intercambiamos retratos. Él me hizo uno a mí y yo otro a él. Era un tipo majo, normal, simpático. Tampoco es que yo le considere el mejor grafitero. Creo que Bristol ha dado mejores. Pero sabe darse publicidad".

¿Y venderá alguna vez el dibujo?

-No creo. ¿Sabe? No hay que mezclar el arte y el dinero. No van bien juntos.

Susie, con su falta de ganas para responder, da en el clavo. Con Banksy, tal vez a pesar de él o tal vez no, es muy difícil separar el dinero y la pintura: van juntos hasta límites estúpidos. En un reportaje publicado por la revista New Yorker en mayo de 2007 se afirma que un día, en Los Ángeles, Banksy tiró unos restos de pizza al cubo de la basura de la calle y que alguien los recogió y los subastó en eBay. La parte de pizza, con anchoa incluida, que el grafitero antisistema desechó la vendió el muy prosistema subastador por 102 dólares.

"No es su culpa", explica el periodista Christopher Warren, que conoció a Banksy hace unos años. "Es una paradoja: los que él critica en sus pinturas le recompensan adorándole. ¿Y él qué puede hacer?".

El experto en arte y redactor de la revista Venue Steve Wright, es probablemente la persona de Bristol que más sabe de Banksy fuera de su círculo cerrado de amigos. Ha publicado recientemente el libro Home, sweet home, dedicado al grafitero. Se entrevistó con muchas personas y le siguió los pasos de cerca. Pero no logró dar con él.

"Para mí sigue siendo un genuino elemento antisistema", manifiesta Wright. "No sé si es millonario. Creo que no: los que ganan miles de libras son los que compran y venden y revenden sus obras: los inversores. Lo que sí sé es que él podría ser rico si quisiera. Y en Internet (picturesonwalls.com) ofrece grabados a 500 libras. Sigue creyendo en el arte accesible. ¿Hay algo más democrático que pintar en la calle para que lo vea todo el mundo?".

Y añade: "Usa el anonimato para seguir haciendo lo que hace sin que le pille la policía. Aunque también le da un punto de misterio que le reporta fama. A él le gusta ser anónimo, y le cuesta, tratándose de quién es. Debe de llevar una vida un tanto extraña".

Todo en Banksy invita un poco a la esquizofrenia. Él ha escrito: "A los que gobiernan las ciudades no le gustan los grafitis porque piensan que nada debe existir a menos que dé un beneficio". Pero es precisamente lo contrario: el Ayuntamiento de Londres, que asegura que su trabajo no consiste en diferenciar el arte del gamberrismo, manifestó recientemente que está dispuesto a borrar la treintena de grafitis de Banksy en esta ciudad aunque valgan miles de libras (a pesar del autor).

Por su parte, el Ayuntamiento de Bristol reconoce que hay grafitis que pueden considerarse arte y otros no y que Banksy se ha ganado una reputación internacional. Como en el caso de los ferrocarriles, si el dibujo callejero es de Banksy se queda, pero si no... se borra.

En octubre apareció su última obra en Bristol. Un policía con pinta de hombre de Harrelson, de rodillas, apunta su fusil mientras un niño, a su espalda, va a explotar una bolsa de papel para asustarle. Banksy lo pintó en la pared de una casa perteneciente a una institución de caridad: The Wallace and Gromit children's fundation. "Lo hizo de noche, subido al tejado. Una mañana, cuando entramos a trabajar, estaba allí", dice Laura, una empleada, con la misma sonrisa admirada que la chica del pub de Frogmore. "Nuestro director se había puesto en contacto con él por e-mail pidiéndole un cuadro, y mira".

Algunos compañeros le consideran un vendido. Otros opinan que sigue siendo el mismo que ensuciaba trenes con "SIEMPRE TARDE". Aunque todos son conscientes de que ha creado un personaje a la altura del antifaz, un Robin Hood al revés, que pinta para los pobres, pero al que compran los ricos.

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ARTICULO PUBLICADO EN EL PAIS

miércoles, julio 09, 2008

NARRATIVA - JORGE JIMENEZ

Jorge Jiménez, chileno, ingeniero al que un día le dió por escribir, participa hoy en nuestro espacio de narrativa.



La Soñadora

Soy una soñadora. Al estar despierta no disfruto plenamente de mis sueños, porque sé que sólo son sueños. Al estar dormida, no aprovecho completamente mis sueños, porque no sé que son sueños.

Descubrí ese estado intermedio, ese punto en que los sueños son realidades turbias, pero realidades al fin y al cabo. Ya no recuerdo cuánto tiempo llevo en este estado, pueden ser horas desde que sueño realidades. Pueden ser semanas y hasta años los que me han mantenido en estado de coma, soportando la tentación de apagar las máquinas sólo gracias a mi floreciente juventud, a mi virginal belleza, cual bella durmiente en espera de su soñado príncipe transparente.

Pero si han pasado ya años, entonces mi juventud ha desaparecido y no se muestra más usando aquella belleza juvenil que fascinaba a quienes me miraban, lo que significa que en cualquier momento van a desconectar las máquinas que me mantienen viva, junto a mis sueños. Debo despertar, debo volver a la triste realidad de los sueños que son sólo sueños y a las horas de dormir sueños que no sé que son sueños. ¿Podré acostumbrarme a ese mundo nuevamente? Será horrible, pero siempre sabré que puedo volver a caer acá, o mejor dicho, a subir hasta acá.

Un esfuerzo que en el mundo de los sueños parece infinito, pero que al abrir los párpados de la realidad se muestra con toda su insignificancia.

La fría voz llega desde el frente. “Repitan conmigo: un acre es el área de un rectángulo, cuyos lados miden una cadena y ...”

Algo en mi interior me dice que pronto tendré que decidir por alguno de mis mundos, los sueños irreales o los sueños que no se pueden disfrutar. El período de los cambios físicos, esos que nunca pedí que sucedieran, marcará también el momento en que todos esos sueños chocarán, se harán trizas, y mi vida completa dependerá de cuáles serán los trozos que mejor sobrevivan al impacto.

Secretamente espero que el choque sea tan, pero tan fuerte, que los trozos se fundan y resulten en sueños de mi mundo intermedio, esas realidades turbias que tanto me gustan. Sé que la vida de adulta no puede ser así, sé que eso es pedir mucho, que es sólo un sueño, pero recuerden que soy una soñadora.

Jorge Jiménez - Jota

lunes, julio 07, 2008

POESIA - DEL POEMARIO "VIAJE INESPERADO"



Poema de Javier Martín Pedrós y Natalia Gaete



Llegué como todos los jueves

a la casa de la esperanza,

jugaban como niños

hambrientos de luz.

Extendían sus brazos

buscando respuestas

y caricias de colores

que abrigaran el porvenir.

Ahora,

canto a la vida por la forma

que das de comer a las palomas,

por la lluvia que produce

tus lágrimas.

Y me estremezco

caminando a tu lado.

Veo en tus ojos

color cielo

miles de estrellas

albergando mis sueños.


Fotografía by Gaete

DEJEN QUE LA PALABRA LES BUSQUE

Al Rihla (El viaje) supone un itinerario por los principales lugares de espiritualidad que su autor (Luis Luna, 1975) ha recorrido. Sin intenciones descriptivas, el poemario pretende ser, más bien, una exteriorización de aquello que persiste cuando se ha superado toda religión y se analiza sólo el componente espiritual inherente a toda civilización. El extranjero da cabida al silencio como sonido necesario. No es lo que está escrito en el papel. Estamos ante la disolución sufí.



Luis Luna (Madrid, 1975) acaba de publicar Al-Rihla (El viaje) en la colección Helado de Mamey de Ediciones Amargord: un itinerario por los principales lugares de espiritualidad recorridos por el poeta.

El libro arranca con una cita de Avempace dedicada a los solitarios que los sufíes designan con el nombre de extranjeros, ya que aunque vivan en sus propios países o entre sus compañeros y vecinos, en realidad son extranjeros en sus ideas, pues se han marchado con sus pensamientos (…) que para ellos son sus patrias.

Sin intenciones descriptivas, Al-Rihla pretende ser, más bien, una exteriorización de aquello que persiste cuando se ha superado toda religión y se analiza sólo el componente espiritual inherente a toda civilización: ese impulso de unión con un Todo intuido a través de la naturaleza, de las distintas tradiciones, de los documentos literarios y artísticos. A partir de ese bagaje, del paseo como ritual místico el autor levanta un andamiaje textual conducente a la disolución.

Para alcanzar ese estado de vacuidad el lenguaje se va haciendo cada vez más denso, más intrincado y, a la vez, más despojado. Se rechaza todo artificio, dando entrada al silencio como parte fundamental, como sonido necesario.

El viaje

El libro arranca Extramuros a través de un viaje que se adentra en Siria. Sucesivas paradas en el Zoco “La palabra esperada/ derrota/ la experiencia/ perfila los matices/ delimita sus sombras”, La Gran Mezquita de los Omeyas: Aquí/ la luz/ recibe nombres/ que exceden/ el lenguaje y el Desierto (Traza/ sobre la arena/ palabras/ para que sólo el viento/ las pronuncie).

Derviches ahonda en la fuerza del círculo - Dejen que la palabra/ les busque/y les penetre/ que sea ella/ quien inicie su giro-. Para encontrar su lugar en el Éufrates: El discurso de todo lo que fluye/ se olvida y se disgrega/ en el lecho del río. En Meteora escucha el lenguaje de la cera (descubre ese murmullo/ de la llama y el aire./ Su cifrada sintaxis).

Prosigue Al-Rihla en “Mensajes en el muro”: Introduce/ un pequeño fragmento/ de papel/ en el muro/ como homenaje al intersticio; Kyos “Las campanas predican la memoria. Cada vibración, cada movimiento propicia un nuevo entorno que se interna despacio en cada cuerpo y lo conmueve. Es esa su armonía". Culmina en Montserrat: La certeza no buscas. Ni el centro, ni la linde. Dejas que el nombre tuyo en la mirada se diluya. Cuando todo el silencio ha sido asimilado lo exterior deja de tener sentido, ya no hay alrededor sino que, de algún modo todo está dentro, intramuros.

Una vez allí puede contemplarse el Todo y la parte, y en esa escisión comprender la juntura, la sensación de re-unión experimentada y vivida sin subterfugios, expresada, como dirían los sufíes, a través del lenguaje y la gramática, de ese collar de la paloma que representa cada serie, cada texto.

Entonces el lenguaje/ Las sílabas de la calcinación.



Luis Luna (Madrid, 1975). Su obra se desarrolla tanto en gallego como en castellano. Junto a Óscar Curieses ha publicado los poemarios Hidroemas (2000) e Ignicións (2002) en la editorial Acef. En castellano ha publicado Cuaderno del Guardabosque (Amargord, 2007). Su obra ha sido recogida también en numerosas publicaciones periódicas y aparece en libros colectivos y antologías como salida de emergencia o Todo es poesía menos la poesía. Interesado en el campo visual –especialmente el mail-art y las instalaciones en la naturaleza-, ha podido mostrar sus propuestas en eventos como la I Bienal de Arte Contemporáneo Cabo de Gata-Níjar (Almería). Ha organizado algunos espectáculos escénicos y participado en numerosos proyectos interdisciplinares junto a otros creadores como Concha Jerez, Guillermo Rodríguez, Aleksandra Mir, María Vielva o Carlos de Gredos y colectivos como Máquinas de coser o nosomoscómodos producciones.


Poemas pertenecientes a Al-Rihla de Luis Luna (Colección Helado de Mamey, Ediciones Amargord)

Traza
líneas en el aire.
Estudia
la arquitectura
de su soledad.



Contemplo dos muchachos
que ríen bajo el sol.
Ellos no saben
de los símbolos de la divinidad
del lenguaje que escribe el sudor en su cuerpo.



Aquí
la luz
recibe nombres
que exceden
el lenguaje.



Donde nací
el agua
impone nombres.
La arena que ahora toco
otorga identidad.



En cantos verticales
la piedra
recita su plegaria.
Se yergue
hacia la transparencia.



Desde esa perspectiva
el muro
no es lugar
sino un estado
nacido en la ceguera.



Reconocerse ahí: en el brazo o la piedra, en el tacto difuso y su estremecimiento. Y no decirlo nunca. Dejar sólo que sea.



Florece ahí sobre el resuello y la animalidad, sobre el grito y la podre, sobre la indiferencia. Y no digas lo frágil. Ni la luz. Que el velo continúe.




Al-Rihla (El viaje)
Luis Luna
Diseño y maquetación: María Trueba
Fotografía de portada: Rosario Alba
Fotografía de solapa: Guillermo Rodríguez
Colección: Helado de Mamey
Director de colección: Francisco J. Sevilla
Ediciones Amargord
ISBN: 978-84-87302-75-6


Gentileza de Noticias editoriales de Ediciones Amargord

POESIA VISUAL - Poemas de lluvia


Poemas de lluvia
Lorraine Green
Argentina

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CAMINO PARALELO - VICENTE HUIDOBRO

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