Nuestra nueva amiga GALATEA se complace en presentarnos este poema que habla por sí solo.
Le damos nuestra bienvenida y os dejo con ella y con su vals encantador.
Le damos nuestra bienvenida y os dejo con ella y con su vals encantador.
Eterno concurso de baile, con jurado estelar.
Los antiguos maestros formularon tus reglas;
orbes que danzan a merced de la inercia
y prendidos al Sol por irresistible atracción.
Tu enorme cuerpo de fuego maneja
la onda que retiene cautivas tus marionetas;
poderoso titiritero que mueves los hilos y alimentas
con calor las piedras de las que surge la vida.
Entre la confusión y la muerte
de otro sol hallaste tu amanecer,
intenso y ardiente, impaciente y jovial.
Eres fuente de energía ¿Inagotable manantial?
No, pues al avanzar tu vida te expandirás
y en gigante de sangre te habrás de tornar;
Mercurio, Venus y Tierra serán devorados
perdiendo su identidad y lugar.
Y cuando por la presión doblegado,
agonices en tu ocaso,
sin fuerzas ni voluntad de luchar, tu luz claudicará.
¡Oh Sol! Ya vencido, aguardas el final de tu vals
y serás, en polvorienta y nebulosa sepultura,
una enana blanca, estrella sabia y serena anciana.
A tus pies se postran cuatro rocosos,
pequeños pupilos que sienten tu calor y tu ira.
El más veloz y cercano
sufre tus tormentas y agresiones,
y curten su piel meteoritos curiosos
en cada visita.
Delicado Mercurio, danzarín tan solitario
¿Por qué no bailar con Venus
fundidos en un abrazo planetario?
Una diosa celeste de imponente apostura
es el lucero del alba que la noche augura.
Madre Tierra, tan húmeda y cálida;
su manto mullido y azul, donante de vida.
Siempre acompañada por la Luna,
que arrancada antaño de su joven cuerpo,
eclipsa el rostro tímidamente ante su padre,
Marte, quien siempre distante por su áspero carácter
vigila y comanda su legión de asteroides.
A lo lejos rondan los grandes gaseosos.
Júpiter, voluminoso y poderoso cíclope,
escudriña el cielo con su ojo tormentoso.
Un viento implacable diseña en su piel
la gasa que lo cubre con vaporosos colores.
Vástago de Saturno, que sustenta imponente
su corona de anillos, mientras se desliza lentamente,
sólo, sin reina, sin diosa ni luna,
entre las estrellas deambula
y añora junto al lejano Universo,
su Jardín de Epicuro.
¿A dónde va Urano? Sigue otro rumbo,
su camino es diferente, lejano y errado.
¿Acaso su corazón inclinado
le habrá hecho perder el compás?
Fue una venganza, desdichado…
Osó despojar a Neptuno del preciado tornasol,
que, encolerizado, condenó su insolencia
a un duro castigo de cruel sentencia:
“Vagarás perdido, sin nadie a tu lado”.
Infortunado Plutón, desterrado
de la corte de este reino,
despreciado y degradado
por ser enano bufón.
A lo lejos baila excéntrico
con tullida eclíptica, mas,
ajeno a todo, presume de amante,
su fiel y dulce Caronte.
2 comentarios:
Me uno con mi nave a este fantástico vals. Precioso, Galatea. Muchas gracias. Besos desde la Enterprise.
El universo es poesía.
Infinitas gracias Lord Moscugat Lady Galatea por compartir este bello poema con nosotros.
Nat
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