Nuestra amiga HIPATIA DE ALEJANDRÍA nos muestra en este post los inicios de una de sus pasiones. Con sus palabras siempre llenas de sabias reflexiones os dejo:
Nacimiento de una pasión.
Todavía no había entrado el otoño y el sol caía enfurecido desde las primeras horas de la mañana. Las aguas azules del pantano contrastaban en color con la claridad excesiva de la tierra circundante. Resultaba alarmante la sequía.
Sobre el lejano lomo del montículo apenas se divisaban unos cipreses de corta edad. Lentamente, ascendimos por la carretera de tierra que subía hasta lo alto del cerro.
En la cima nos estaba esperando. Al vernos a lo lejos, el arqueólogo extendió los brazos. Se acercó sin prisa y su figura empezó a flamear bajo los efectos de la tierra caliente.
La pasión brillaba en sus ojos oscuros. Y el entusiasmo había ido esculpiendo su rostro año tras año. Era muy joven todavía.
Su garganta empezó a derramarse nada más encontrarse junto a nosotros, y continuaba haciéndolo con cada paso que dábamos. Cada minúscula piedra, cada centímetro de tierra, encerraban pacientemente un secreto que se nos iba desvelando con los acordes se su voz.
Vivía la arqueología. Escucharle me maravillaba; le veía aletear a nuestro lado con tanta alegría que no podía arrancarme la sonrisa de la cara.
De inmediato sentí que debajo de nuestros pies estaba latiendo un corazón de mil ochocientos años.
Habíamos recorrido solo un tercio de aquel sembrado arqueológico, cuando uno de los excavadores lanzó un aviso. Tenía una sorpresa preparada, que dependía de la casualidad. Nos acercamos hasta un lugar concreto y los excavadores se apartaron abriendo un círculo. El arqueólogo nos invitó a acercarnos.
Siguiendo sus instrucciones rasqué delicadamente con un dedo la zona que me indicó; la tierra se convertía en polvo con suma facilidad. Me entregó una brocha para que limpiase la superficie que acababa de destapar y apareció una cenefa de vivos colores.
-Tócala con suavidad –me dijo-.
Y, como si fuera el objeto más frágil y delicado del mundo, rocé el dibujo con las yemas de los dedos.
- Hace mil ochocientos años alguien de esta ciudad tocó esa pintura. Desde entonces, eres la primera persona en volverla a tocar.
Las palabras del arqueólogo me inundaron con un sentimiento desconocido hasta entonces. Advertí una contracción del tiempo; y en mi interior empezó a dilatarse una nueva percepción: me sentí enormemente humana.
3 comentarios:
HIPATIA: permíteme felicitarte por tu escrito lleno de emoción y de amor a la arqueología. En verdad deseo que después de 1800 años, alguien ponga sus ojos sobre tu texto y se sienta transportado al 207DC y que se sepa enormemente humano así no lo sea. Un abrazo.
Carlos Bardellini
Gracias por tu aporte Hipatía, querida amiga...el comentario ya lo deje en tu bitácora, estas palabras es solo para agradecerte y para decirte que las puertas de Ataria están siempre abiertas para una mujer como tú que conjuga perfecto inteligencia y sensibilidad.
Abrazos poemesianamente pandoriles
Nata
Impactante aporte, me encantó esa sensación de trasponer el tiempo a través del roce de un descubrimiento arqueológico, debe sentirse una emoción extraordinaria. Muy bien narrado. Mis felicitaciones a Hipatía. Besos
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