lunes, octubre 29, 2007

NARRATIVA - EL BESO DEL PRINCIPE

Colaboración de Manuel María Murrillo Vallejos, España.

EL BESO DEL PRINCIPE.

Las historias bonitas no siempre lo son a ojos de todos, eso me dijo una anciana, con la que tropecé un día que paseaba por el campo. Era uno de esos días en los que el gris alcanza un brillo divino y los colores salvajes, aunque ya manidos por el tiempo, se abren hueco en el alma desenterrando tesoros olvidados. Hacía mucho aire y yo llevaba entrecerrados los ojos. Aquella mujer tras saludarme, dijo exactamente que es lo que yo estaba haciendo allí: --- Estás buscando palabras, eres poeta de la Tierra, me lo contó el viento, por eso te estaba esperando. --- Estupefacto, no supe qué decir, pero no tuve que decir nada, enseguida la anciana continuó:
--- Las historias bonitas no siempre lo son a ojos de todos, que nunca se te olvide, no todos los espejos reflejan la verdad. La madre Naturaleza necesita del hombre para su cuidado. Pero el hombre está soñando consigo mismo y han de ser los propios hombres... aquellos que despierten, serán los encargados de despertar a los demás. Tú buscas palabras en el campo, encuentras el tesoro que te regalan los sentidos, buscas la vida en la vida, la belleza donde está. Acaricia este momento con la fuerza que te quede, medita reposadamente, escucha al viento, a la lluvia, al poderoso rey sol, envuélvete en el delicado manto de la luna, contempla a la flor que está naciendo, oye el rumor del río, el lamento del árbol seco, la reposada nana que canta la hierba. No te quedes sólo en la belleza de sus colores, en la paz que destila nuestro medio, en sus embriagadores aromas. No le cantes al ruiseñor, escúchalo atentamente, siente con el corazón y cuéntalo a la gente. ¡Despierta! ---Dicho esto y sin mediar palabra se fue tranquilamente llevándose con ella el viento que azotaba aquel paraje y el día abrió sus puertas a todo su maravilloso esplendor.

Sus palabras resonaron en mí como el eco en las montañas. Un vacío oscuro se apoderó de mis sentidos por un momento, pero era lógico, aún no había comprendido nada. Todavía no estaba despierto.

Seguí caminando pensando en todo lo que había escuchado hasta que llegué al pie de una hermosa colina. Los pájaros cantaban, pero yo no prestaba atención a su alegre melodía. A la sombra de un par de pinos centenarios me detuve para descansar un poco. Me senté en el suelo reposando la espalda contra uno de aquellos fuertes troncos. Cerré los ojos como queriendo desconectar de todo, respiré hondo, relajé mis sentidos y tras una deliciosa pausa, comenzó a rugir el viento:--- Soy el espíritu del Viento, desde que el mundo es mundo recorro este planeta, moldeo la superficie, ayudo a polinizar las plantas, derribo árboles y casas viejas. Siempre renovando el medio que os rodea, mi trabajo forma parte de la Tierra. A mi deber me debo, cumplo siempre con mi cometido, nunca me quejo, aunque todos dicen que escuchan mi lamento y no es mío, sino de una madre que llora al ver como sus hijos destruyen su seno. Los hombres esquilman los recursos, contaminan todo a su paso. El hombre tiene una sed infinita, sed de codicia, sed destructiva, sed que acabará con su sed. La vida es hermosa, la llevo observando desde el amanecer de los días, pero os habéis alejado de ella, os alejáis del amor más primitivo que conocéis, el amor a la Tierra que os proporciona todo lo que necesitáis. He visto, como poco a poco, ibais comiendo el terreno al resto de las criaturas que tanto como vosotros se merecen el entorno. He comprobado como lucháis contra todo, contra la Naturaleza, contra Dios, contra vosotros mismos… Sois capaces de luchar, no cabe duda, luchar esta vez contra vuestro egoísmo. --- Tras su alocución el Viento dejó de soplar, y la paz volvió al lugar como si nunca lo hubiera abandonado. Inmediatamente, tomé buena nota de todo lo que había escuchado, di las gracias al Viento, a él llegan todas las palabras y a mí me había hablado, yo le estaba agradecido por la deferencia y así lo mostré:
--- Agradezco sus palabras señor del aire, serán escuchadas por todo aquel que las desee escuchar, seré su voz para los hombres. --- El día se mostraba de lo más interesante, había salido en busca de inspiración para mi poesía, lleno de ganas de encontrar alguna bella metáfora, palabras bonitas que añadir a mis rimas. Todo aquello era de lo más inesperado, pero sentía la obligación de continuar con la aventura. --- Seré la voz del Viento. ¡Qué locura más divina!

Tranquilamente reanudé mi paseo, pero esta vez prestaba mucha atención a cuanto sucedía, no quería perder detalle de todo cuanto ocurriera a mi alrededor. Caminaba por una senda sinuosa a través de un pequeño valle, unas cuantas mariposas dejaron su juego entre las flores para acompañarme en el camino. De pronto, vi como una luz iluminaba el cielo a lo lejos y pasados unos segundos escuché el ruido estruendoso de un trueno. Parece que va a llover, me dije. El día estaba oscureciendo, las nubes tapaban el radiante sol que lucía, pero no tuve cuidado de buscar cobijo, estaba decidido a empaparme y continuar con la andadura. Pronto las gotas de lluvia empezaron a correr por la cara, sentí como refrescaban el rostro y el espíritu. La sensación era tan reconfortante que no parecía que anduviera, sino más bien que estaba siendo transportado... Cuando estaba a punto de llegar al séptimo cielo escuché una voz que sonaba abemolada:
--- El Viento me trajo a ti Poeta, soy el espíritu de la Lluvia que impregna la tierra y llena los ríos. Sin mi presencia el mundo enferma y muere. Castigo cruel es la sequía. Yo no impongo los tiempos, sino es el tiempo quien me impone. Los hombres juegan con el mundo, influyen en el clima, destruyen el hábitat de la amada Naturaleza. Los bosques me reclaman y sus plegarias siempre son escuchadas. Los hombres han talado los bosques, ellos ya no me llaman, yo no acudo, la Tierra muere, el hombre también muere, pero no se da cuenta. El hombre está enfermo, igual que la tierra. La humanidad no comprende que no puede vivir sin la Naturaleza, pero que ésta permanecerá aún sin ella. La Tierra está hablando, os muestra sus heridas, no aprendéis de los desastres, no os avergüenzan vuestras tropelías. Volved al redil ovejas descarriadas, caminad de la mano de la madre Naturaleza, seguid sus sabios pasos, siempre hay tiempo, hasta que deja de haberlo.--- La grata voz de la Lluvia resonaba en mis oídos como un coro angelical. Me dejé transportar por sus palabras sabias, reteniendo cada una de ellas. Tras una pausa acerté a decir conmovido:
--- Seré tu voz para los hombres dulce Lluvia, haré llegar el mensaje, con toda la presteza que pueda reunir.--- La lluvia seguía cayendo y mi corazón estaba empapado, por todo aquello que había escuchado, el Viento, la Lluvia... La Tierra está en peligro, sólo tengo una. ¡Toda! La misión que se me había encomendado, comenzaba a convertirse en un acto de fe. Lucharé con todos los medios para que estas palabras no caigan en el olvido, me repetía a mí mismo mientras proseguía el camino.

Poco a poco pasaron las nubes y descubrieron un sol maravilloso, el arco iris lucía precioso, como enmarcando una foto de ensueño. La vida continuaba hermosa. Nuevamente cantaban los pájaros, zumbaban los insectos, el aire permanecía húmedo, al igual que el suelo, el barro se pegaba a las botas y la melancolía al corazón.

No pasó mucho tiempo, cuando pude observar al Sol hacer un gesto, me estaba haciendo un guiño. Tiene que ser a mí me dije y le espeté: --- ¿Qué desea mi amada estrella, rey de las estaciones, motor del mundo, de su humilde servidor? --- A lo que contestó:
--- No era a ti, era a la Luna. --- Y comenzó a reírse. Sí, como podéis imaginar, el Sol es un poco bromista. Continuó diciendo: --- Soy el espíritu del Sol, sé que has hablado con el Viento, con la Lluvia, ellos están preocupados, se toman las cosas demasiado en serio. Yo observo todo cuanto pasa en mi reino. La vida es un accidente de la Naturaleza, mero accidente y como pasa con los accidentes, nunca son voluntarios. El hombre tiene más recursos de los que necesita, pero no le importa, siempre quiere más. No es culpa suya, es que no está bien hecho, como ya dije, tiene demasiados recursos. Se ha convertido en el falso dios de su medio, y no es un dios bueno, no es un dios sabio, no es un dios. Quítale la inteligencia a ese cerebro y seguiría colgado de los árboles. A mí me resultaba mucho más mono antes... Cuando todavía cumplía con su labor en el mundo, pero… ¿Qué más da? Ninguno de vosotros llegará a verme viejo y soy demasiado heliocéntrico. En eso me parezco un poco a vosotros. Hubo un tiempo donde me levantabais templos, me adorabais como al dios que soy, pero ya nadie me recuerda, ya no me adoran y he perdido el interés de los humanos. Yo no soy el culpable de que aumente el desierto, yo no soy el culpable de que suba la temperatura en la Tierra. Sois vosotros falsos dioses, los que estáis jugando con fuego. Aún estáis a tiempo de rectificar, si no lo hacéis, seréis pasto de las llamas. --- El Sol me había hablado y se escondió tras una montaña, no me dio tiempo a darle las gracias por sus palabras, le grité:
--- Gracias astro rey por tus palabras, advertiré al mundo de tu visión y continuaré esta misión hasta que mi voz sea recuerdo.--- Triste por las noticias que me llegaban, pero feliz por poderlas dar a conocer, una sensación contradictoria me embargaba.

Anochecía rápidamente, las sombras iban abriéndose camino a través de los páramos. Como cada día llega la noche y la luna corre presta a ocupar el sitio que le corresponde. Lentamente va salpicándose el cielo de la tímida luz de las estrellas.

Caminaba sin rumbo, a mi cabeza volvían insistentes las palabras que había escuchado: aquella vieja extraña, el Viento, la Lluvia, el Sol... El día había sido muy productivo, tal vez la noche me guarde alguno de sus maravillosos secretos. Me interné en un pequeño bosque que salió a mi paso y andando por entre los árboles podía sentir el abrazo de la naturaleza en cada rama que tocaba. No tardé mucho en encontrar un claro, un claro de luna. Había una roca en el centro, me senté a descansar un poco y contemplar el cielo. Miré a la Luna, parecía dormida ¡Qué bonita que es la luna, qué sería de la poesía sin la luna! Sin su noche de fábula, sin su encanto infinito, ese resplandor de plata al que tantas veces le he escrito, ese poder nostálgico que evoca su visión. Luna, Luna bonita, háblale a estos ojos que te miran.

Invoqué al espíritu de la Luna y atendió mi ruego: --- Bucólica noche es ésta, Poeta. En el cielo reina la melancolía, que reine la paz en los corazones. Yo no soy ese espejo de plata, donde coqueta se mira la Tierra, ella también es mi madre y a su encuentro acudiré algún día, cuando las noches sean sólo noches de invierno y los días ya no sean días. Continuaré siendo la luz que alumbre las noches de amor apasionado, el insomnio del bardo atento a la belleza. Justificaré los días de los lunáticos que pueblan el mundo. Seguiré acompañando vuestra existencia y continuaré aquí tras ella. Placer encuentro en expresarte, que para los hombres anhelo los más saludables deseos. Encontrad la paz en vuestros corazones y mirad con esperanza al mañana. Éste es el papel que me ha tocado, ser del mar la marea. Sigue tu luz pequeño vate, sigue insistiendo en el camino, sé que te llevará a buen puerto, ése es tu destino.
--- Cerró sus ojos la Luna, sigue durmiendo, sigue dormida, pero nos lleva tanto en sus sueños, como la llevamos nosotros en nuestra vida.

Seguí mi camino andando por el bosque, feliz de mi encuentro con la reina de la noche. Anduve por los intrincados vericuetos que me proporcionaba el terreno. No sin dificultad, atisbé al fondo una planicie, el bosque terminaba y el camino sería más transitable.

La luna iluminaba en todo su esplendor un pequeño paraíso que a mis pies se extendía. Sin duda, si existió el edén, éstas eran sus flores. Salpicado de colores el terreno discurría y yo me tumbé en la tierra con mucho cuidado de no aplastar a ninguna. Quería ver como de un pequeño tallo, un brote insistía en ver la luz primera. Con paciencia, con tiempo, con todo el tiempo del mundo, asistí emocionado a la espera. Poco a poco iba abriendo sus pétalos, cuánta belleza, qué poder inimaginable desprende la naturaleza. Como por arte de magia se extendieron sus pétalos y contemplé como lucía flamante una nueva flor. Que sea tu nacimiento un rayo de esperanza, el anuncio de una paz esperada. Si pudiera hablar una flor… ¿Qué diría? Contempla lo hermosa que es la vida, eso es lo que creo que diría. Emocionado por aquel instante mágico, se llenó mi mente de palabras de agradecimiento, a la extraña mujer que me instó a admirar ese momento. Nunca podré agradecerle todo lo que estaba viviendo.

Con el corazón encendido por la emoción seguí mi camino. En mis pensamientos estaba el Viento, la Lluvia, el Sol, la Luna, la belleza de la vida y las palabras de una anciana que nunca podré olvidar.

Trecho a trecho, disfrutaba del camino que a mis pies se abría. Proveniente de algún lugar escuchaba el sonido de una corriente. Cada paso que daba se hacia ésta más audible. Casi sin querer me di de bruces con un río, que a la luz de la luna asemejaba más un filón de plata. Me arrodillé para beber agua y fue entonces cuando escuché el rumor del río:
--- Soy el espíritu del río, es mi afán llevar el agua hasta el mar. Regar las riberas que a mi paso salpico de vida y colorido. Doy de beber al sediento. Transporto desde la sierra los sedimentos. En mi curso se licencian las ciudades y los árboles nunca están mejor acompañados si estoy a su lado. Soy fuente de vida en movimiento, nunca reposan mis aguas. Mi caudal enferma por la polución, soy víctima de la contaminación, en mi lecho vierte sus desechos la civilización. La industria no piensa en mis hijos, ni tampoco piensa en los suyos. Mi salud, es salud para todos, salud para el medio que me rodea. Escucha el murmullo del agua, que durante el curso de la historia he contado a las criaturas que pueblan mis orillas… --- Con la boca fresca, como el oído, mi alma se alegraba con el agua del río, le dije:
--- Salud torrente vivo, gracias por tus tesoros, por tu servicio. Seré tu voz para los hombres generoso río.

Me alejé de la protección de las aguas y continué mi paso. No tardaron en mostrarse nuevos signos. Lejos del curso del río, la vida se mostraba seca, triste, apesadumbrada. Observé un gran roble con eminentes muestras de falta de agua y al recostarme contra él puede oír como una voz quebrada sacudía el aire: --- Sed, tengo sed, mis hojas se marchitan, se mustia mi espíritu y mis ramas quebradizas se parten con la brisa. Agua, quiero agua que hidrate este seco tronco. Lluvia, ¿por qué no vienes a mí? Este árbol solitario implora tus gotas, quiero sentir resbalar tus lágrimas por mis ojos. Canto amargo y quebrado dedicado a las nubes, cantar del amor a la tierra dadora de existencia. ¡OH, grata Lluvia, imploro tu bendición, camino del otro mundo sin tu milagrosa aparición...!--- Y llovió.

Las gotas de lluvia corrían por mi cara y una alegría extrema recorría mi cuerpo. Grandes milagros ocurren en la naturaleza, grandes historias que no tienen voces para ser contadas.

Me alejé de la preciosa escena, conmovido todavía por el momento mágico de su visión. No muy lejos de allí encontré una senda, decidí seguir su curso. El camino serpeaba subiendo una colina y al bajarla me di cuenta que un pequeño prado aparecía. La hierba verde y mullida asemejaba a un colchón de lana y no puede evitar la tentación de probar la cómoda imagen. Acostado sobre la fresca hierba, aún húmeda por la lluvia, escuché un quedo murmullo que decía: --- Afina bien los oídos Poeta, reposa tu cabeza en mi lecho y atiende la dulce nana que vele tus sueños. Descansa del fatigado camino, no encontrarás una cama más cómoda, ni un lugar más propicio para reponer las fuerzas y el alma.

--- Y me cantó la hierba: --- Dulces sueños. Sueño bello y hermoso, que me acunas en la noche, méceme con cariño, como si fuera tu niño. Que sueñe con verdes paisajes y ríos de plata los bañen. Con un paraíso perdido, que en mis sueños lo halle. Sueño bello, onírica fiesta, alza el vuelo, como una cometa. Llévame contigo, sea donde sea, al mar templado, o a la dura tierra. Sueño fugaz, como una estrella, regálame un haz, de maravillosos, poemas. --- Y descansé.

Con el canto quedo de la hierba me sumí en un profundo sueño. La hierba habla susurrando, entre susurros, también canta, pero hay que prestarle el oído. La paz se vuelve sueño entre sus brazos acogedores.

No sé cuanto permanecí dormido, una voz emanada del mismo centro de la tierra me sacó del dulce letargo: --- Poeta, soy la voz de la tierra, siempre es necesario el descanso, pero recuerda la última palabra que me escuchaste por boca de una anciana. ¡DESPIERTA!




Nota del autor: * El título de este relato no es más que un deseo personal de que, como en los cuentos, os llegue como un beso mi palabra y despierte en vuestros corazones el amor a una tierra necesitada de afecto.

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