martes, junio 10, 2008

NARRATIVA - EL SEÑOR GARDINER EN PARIS


Va la entrega de los capítulos finales de la novela, gracias infinitas a Jardinero de las nubes por habernos regalado con su trabajo literario.











El señor Gardiner en París (IX)

Comenzaste tu incansable búsqueda de amigos. No era nada sencillo, así de pronto. Veías grupos de amigos y amigas sentados en las terrazas primaverales de los cafés, y te consumían las ganas de integrarte entre ellos. Pero un nudo en tu corazón te impedía hallar las palabras adecuadas para que no te tomaran por un lunático; cuando se ha estado toda la vida punto menos que aislado, el lenguaje se distorsiona, se empobrece, se vuelve torpe como quien intenta caminar sobre una superficie de hielo... La angustia te apretaba el corazón como entre tenazas. Grupos alegres de gente: chicas jóvenes dialogando con chicos jóvenes, aunque algo mayores que ellas. Y tú moviéndote por sus proximidades como un espectro de Navidad. Tú no tenías aptitudes sociales ni vis cómica para atraerte las simpatías de nadie. Encima sólo conocías el francés imprescindible, y así no había manera de acertar a desvelar la hondura de tus pensamientos. Te fuiste a la Biblioteca Nacional, y empezaste a devorar libros sin orden ni concierto, sin que lograras enterarte ni tan siquiera de una cuarta parte de sus contenidos. Sabías tocar, eso sí, la armónica como un auténtico virtuoso; pero por lo demás tu carencia cultural era mayúscula. Pensabas cosas y no sabías trasladarlas al lenguaje hablado, ya fuera en inglés, tu lengua vernácula, o en francés. De lo que verdaderamente tenías certeza era de que la soledad te resultaba amarga y que no podrías vivir así mucho tiempo. Pensaste en Emaús, pero no creíste que allí se encontrara en último término la solución a tus cuitas. Y pensaste en el Père Lachaise, y exhumaste un recuerdo que hacía mucho tiempo que inhumaste en una de las numerosas tumbas de la necrópolis: el recuerdo de un rostro femenino de la lejana ciudad de Denver. Y pareció como si tu corazón volviera a renacer. Adiós a los hielos del averno, y bienvenidas sean las yemas de los días de juventud. ¿Cómo desechar el recuerdo de Carol?... Aun así estimaste tu deber desecharlo... ¡Pero no!... Ella otra vez en tu vida, inevitablemente.

Y esta vez la tuviste en la mente durante tus sueños y tu despertar. Pero, después de todo, necesitabas rodearte de personas con las que amortiguar los devastadores efectos de tu soledad. Buscaste la amistad sin desfallecer..., con resultados vanos.

Como observaras que nadie quería ser tu amigo, diste en pensar que el motivo de ello radicaba en tu estrafalario atuendo. ¡Acertaste en el centro de la diana! En un mundo en el que imperan las apariencias, no se puede ir vestido de forma que resulte violenta a la vista. Te acercaste a una tienda de uno de los numerosos sastres de París, y allí acabaste con tu imagen de siempre. En una peluquería de alto postín dieron otro lustre a tu rostro; te hicieron olvidar cómo estabas sin barba y te dejaron el cabello corto y bien peinado. Alquilaste una limusina, y fuiste a los lugares de distinción. Hiciste alardes de gran millonario y hombre mundano, y la cosa fue más allá de lo que tú esperabas... ¡Cuántas multitudes se congregan al olor del dinero! ¡Lo que un simple cambio de imagen puede llegar a obrar! ¿Era esto lo que tanto anhelabas en tus ratos de soledad? Luces deslumbrantes, mujeres de belleza indescriptible, trajes de etiqueta, caviar, champán, exquisitos manjares, delicados perfumes... y amistad. En la opulencia se encuentra la amistad, eso pensaste entonces. Los primeros días te dejaste arrastrar por la vorágine de tu nueva vida. Fuiste seducido por mujeres que te hicieron olvidar momentáneamente a Carol. Asististe a fiestas, a espectáculos, a la Ópera, a exposiciones... Y aún así caminabas sediento por la vida. ¿Sabrías tú lo que andabas buscando?

El señor Gardiner en París (X)

Un buen día quisiste respirar aire fresco. Te acordaste de Emaús, y algo te indujo a encaminarte allá. Una vez que apareciste por el piadoso lugar, muchos se quedaron boquiabiertos al reparar en tu aseado aspecto y en tu pulcro traje de etiqueta. Y te sentiste abochornado. ¡Qué paradójico! Antes te miraban esquinadamente por tu pinta de pordiosero, y ahora lo hacían por tu pinta de millonario... He aquí que te topaste con un anciano de luenga barba gris, que te miraba con los ojos salidos de órbita, y le interpelaste:

–¿Le gustan mis prendas, señor?

Él soltó un gargajo amarillento, y lo extendió por el suelo con la suela de sus gastados zapatos. Enseguida te respondió:

–Claro que me gustan... Pero aquí, en Emaús, no tenemos dinero para vestir así.

–Entonces cámbieme mis ropas por las suyas. Hará un buen negocio. –«Y yo lo haré mejor», te dijiste para tus adentros.

Al poco volvías a vestir pobremente. Si hubieras tenido la barba y el cabello más crecidos, hubieras sido el de antes. Sin saber cómo, te sentiste un poco más feliz. Apareciste junto al abate Pierre, en el despacho de éste, con el rostro radiante y el gesto menos avinagrado.

–Hijo mío, ha pasado muchísimo tiempo. Si no me dices que tú eras aquel joven generoso a quien me encontré una vez en el Père Lachaise, no te hubiera reconocido.

Todo en el despacho era humilde. Te sentaste sobre una modesta y carcomida silla de madera de abedul. Y la emoción se apoderó de ti por completo.

–¿Qué quieres de nosotros, hijo mío?

Sacaste a la luz tu armónica, y dijiste:

–Quiero tocar para usted.

Mientras interpretabas por enésima vez el Movimiento II Largo de la Sinfonía nº 9 “Del Nuevo Mundo” de Antonín Dvorák, te apercibiste de que los ojos del sacerdote se cubrían de lágrimas, y eso mismo te sucedió a ti. Cuando acabaste, él te dijo:

–Con tu música me hablas de lo que ha sido tu vida, y también de lo que ha sido la mía... Me alegro mucho de tenerte aquí.

El abate Pierre había envejecido una barbaridad: tenía el rostro devorado por una larga barba blanca, y delante de sus ojos (piadosos, conmovidos) tenía unas gafas de montura barata. Estaba delgado, puesto que debería de comer sólo lo imprescindible para atender a las funciones vitales de su organismo. Era un anciano con un alma joven, pues así son las almas de quienes se entregan a los demás.

–¿Vienes a quedarte con nosotros?

Tú meneaste la cabeza, y respondiste:

–Yo no soy para estar en parte alguna.

–¿Qué necesitas, pues?

Tu imaginación respondió antes que tu boca. Una sonrisa de joven norteamericana, flotando por encima de las copas de las sóforas del Japón. Una piel tan blanca como los tulipanes de Holanda. Un sueño de hermosa realidad.

–Han pasado muchos, muchísimos años, y aún no la has olvidado –observó el abate Pierre, al término de tu explicación.

–Eso parece –respondiste lacónico.

–¿Has hecho por saber que ella?

Negaste con la cabeza.

–Entonces, ¿por qué no regresas a los Estados Unidos e intentas indagar algo sobre su vida de todos estos años?

Aquí te mostraste enérgico al responder:

–América nunca ha sido ni será mi tierra de promisión. Está decidido: no quiero volver allá.

El abate Pierre sacudió la cabeza, al tiempo que decía:

–Eres un caso... Estás repleto de contradicciones. Tienes dinero; por lo menos podrías contratar los servicios de un detective privado para que obtuviera informes sobre esa mujer. Sin duda se habrá casado y será madre de algunos hijos hermosos.

El corazón te dio una encogida..., algo placentera, algo desoladora.

–Sí, apreciado sacerdote, es posible que sea una madre rolliza y feliz... En cuanto a lo del detective, prefiero averiguar las cosas por mí mismo.

–Extraña filosofía la tuya.

–Cuando se ha estado tanto tiempo alejado de los demás, no se puede ser como los demás –aseveraste con auténtico empaque de filósofo.

–Entonces deberás proseguir tu búsqueda con la menor de las esperanzas –comentó el abate Pierre–. Nadie sino Dios te puede ayudar... Ruégale a Dios.

Una alondra comenzó a piar dulcemente en el arbolito que había fuera de la ventana del despacho... ¿Acaso sería esto una respuesta?... Lo cierto es que experimentaste una querencia de cantos de aves y de cielos perpetuamente azules. La lluvia había dejado de inspirarte. En tu mocedad viste a Carol bajo el dosel de un cielo azul, y ahora sentías aborrecimiento de las nubes... Le preguntaste al abate Pierre:

–¿Cuál es el país de Europa donde el sol luce sereno la mayor parte del año?

El sacerdote te miró pensativamente, y luego dijo:

–Italia... y también España... ¿A qué viene tu pregunta?

Por toda respuesta, sacaste tu talonario y extendiste un cheque por valor de muchos millones. Luego se lo tendiste al abate Pierre, diciéndole:

–Probablemente no volvamos a vernos. Un ave solitaria como yo tiene que encontrar su nido de una vez por todas. En París ya no tengo dónde cobijarme.

–Que Dios vaya contigo, hijo mío –te deseó el abate Pierre, sin antes haber leído la cifra que figuraba en el cheque (un motivo más para que siempre te recordara).

Te fuiste a la estación de Montparnasse para pillar el primer tren que te sacara de Francia. Pronto la Ciudad de las Luces no quedó más que en tu recuerdo. Como las aves migratorias, emprendías viaje a los países meridionales, porque meridionales eran los pensamientos que conservabas en relación a Carol.


FIN

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EL SEÑOR GARDINER EN PARIS

Capítulos I y II
Capítulos III y IV
Capítulos V y VI
Capítulos VII y VIII
Capítulos IX y X

ARTE EN LAS CALLES - GRAFFITI



Detalle graffiti
by
NATZ
Portugal

UN LIBRO PARA LEER A ESCONDIDAS

MARÍA GABRIELA LOVERA Y DANIELA GUGLIELMETTI CREAN “SABIA VIDA SAVIA” : UN MANUAL DE IRREALISMO PRAGMÁTICO


El acontecimiento puede ser así: uno está en una librería, y mientras espera en la fila de la caja, o espera a que el marido, la mujer, los niños o cualquier otro acompañante digan que ya nos vamos, o a que pase la lluvia para irse, uno coge el libro, éste, ya sea por bonito, porque el título está raro, porque tiene una mano desocupada, por el pajarito con la tuerca en el pico que sale en la portada, porque está rápido de hojear o por la lluvia misma, y se pone a hojearlo, y ve el precio, y vuelve a hojearlo; y lo deja; y se va. Pero el libro no lo deja a uno porque hay algo en él que indica que hay que leerlo como a escondidas, como cuando uno se divierte con sus secretos, y comprobará mientras lo lea/vea que no hay que prestárselo más que a los que se les prestan los secretos.


La escritora María Gabriela Lovera (Venezuela, 1972) y la ilustradora Daniela Guglielmetti (Chile, 1973) acaban de publicar en Ediciones Amargord “Sabia vida savia”, una obra con un subtítulo intrigante: Manual de irrealismo pragmático. En él reúnen textos e ilustraciones en un libro poco común dirigido a todo público.


El tema, sostienen las autoras, podría resumirse en la siguiente frase: la capitalización de la melancolía. Poesía e ilustración se entrelazan en un viaje onírico y simbólico a través de la fantasía.


Sabia vida savia consta de una primera parte con 12 escritos acompañados de imágenes, y una segunda con un glosario ilustrado que reúne 30 términos relacionados con elementos recurrentes en las ilustraciones. Por ejemplo, el mono: antropomorfo más cercano al árbol que al hombre; la casa: intimidad al cuadrado o el pez: músculo del agua.


Pablo Fernández Christlieb apunta en el prólogo que puede que sea un libro de niños para adultos, o puede que sea un libro de sueños para la vida diaria pues, a lo mejor, es lo mismo. “En todo caso, no se trata de esa pequeña tontería de superación personal de volver a la infancia cuando se está crecidito, sino más bien de ir hacia esa niñez que está después de la edad adulta”.


En este sentido busca rescatar la emoción viva y desprovista de juicios de la infancia que todos los adultos guardamos en algún lugar de nuestro fuero interno, afirman Lovera y Gulielmetti. Se trata, pues, de un libro curioso para leer a escondidas, en secreto, justo antes de dormir. Una lectura estimulante para jóvenes y adultos por igual.


Este manual no tiene sentido/ en el sentido estricto de la palabra,/ más sí en el sentido relajado de la misma./ Lo escrito se cuela por los bordes del libro/ hasta tu regazo, para que acaricies/ la tarde que dormita en su lomo.


No es un texto de prisas, se toma su tiempo a sorbos directamente de una clepsidra. Es éste el sugerente arranque de Sabia vida savia que no tiene índice, ni páginas numeradas porque no se puede cerrar así como así, sino que hay que volver a abrirlo para comprobar que nada se escapó. Este libro elige al lector quien sabe en qué momento lo empezó pero nunca cuándo lo va a acabar.




Sabia vida savia
Texto: Marías Gabriela Lovera Montero
Ilustraciones: Daniela Guglielmetti
Prólogo: Pablo Fernández Christlieb
Maquetación: EN LÍNEA
Ediciones Amargord
ISBN: 978-84-87302-88-6
www.sabiavidasavia.blogspot.com


Gentileza de Noticias editoriales de Ediciones Amargord

TRILOGIA - GIRA POEMA

DEJAME SER

Déjame danzar en el jardín de tus deseos.
Transportarme en brazos de tu amor,
sentir tu suave deslizar
entre sábanas y pieles,
en el apagado ronroneo
en vibración con tu cuerpo.

Ven mujer, apégate a mi
no me sueltes,
báñate con mis sueños,
quédate junto a mi;
Surge de tus soledades,
de tus distancias.

Amanecer de tus noches frías
ven al encuentro de mis instantes,
de mis sabores, de mis aromas.
Apaga tus desdichas
en el fuego de mis pasiones,
preciosa alma mía.

Deja que sea tu almohada preferida,
tu rinconcito secreto.
Déjame ser tus estremecimientos de deseo,
tu orgasmo mas intenso.
Tus caricias avergonzadas y secretas,
tus bochornos de carita roja.

Quiero ser los temblores en tu cuerpo.
El acelerado latir de tu corazón.
La idea más loca
el te amo más intenso;
Sólo quiero hoy y siempre,
ser tu alma gemela, que te ama y adora.

José Emilio Fontirroig - Chile

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HOY RECORDÁNDOTE

Vuelven los cantos
de viejas sirenas
que salen de tu voz
reflejando mares, arenas
de aquel tiempo mejor.

Sólo soy un transeúnte
acostumbrado a andar sin ti
por estas vías
la vida no me mata
pero tampoco cierra heridas.

Tu mirada está tan lejos
y sin embargo sólo a un paso
describiéndote en las noches s
intiendo un abrigo
sabiendo que no es cierto.

Tarareándote en cada esquina
componiéndote en el aire
respiro por inercia
mas no lleno mis pulmones
de otra cosa que no sea nostalgia.

En casa cuatro paredes
me sitian, me ahogan
manicomio de pasiones
yo dentro de él
vivo de intangencias.

Me duermo reparando
en los vicios del sueño
concentrando mis pensamientos
pidiéndole a Morfeo que
me deje soñar contigo.

Lermi García - España

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MARÍTIMA CERTEZA

¿A qué huele mayo?
¿A qué sabe tu piel
cuando conversa con la mía
y llora
y aprieta
y me envuelve?
Cuando digo te pienso
no es la memoria quien habla,
es la punta de mis dedos
y, a veces,
la resaca de un encuentro en mi playa.
Exprimo en esta tarde de mayo tu nombre.
Lo escucho y me acaricia,
lo toco y me habla,
lo chupo,
lo muerdo.
Tu nombre.
¿A qué huele este mayo sino a ti, peregrino mío?


Leticia Romero Chumacero – México

jueves, junio 05, 2008

NARRATIVA - EL SEÑOR GARDINER EN PARÍS

Capítulos VII y VIII de la entrega que nos hace Jardinero de las nubes.











Capítulo VII

Te despediste del sacerdote con gran derroche de efusión. Luego saliste del Père Lachaise, lugar de paz y hermosura donde los hubiera, y te adentraste en calles desconocidas para ti. Anduviste de aquí para allá, cruzaste el Sena por sus casi treinta y tres puentes. Luego, cuando el sol fugitivo del otoño se evaporaba entre las nubes del atardecer, te detuviste en la Plaza del Tertre, en Montmartre. Los pintores al aire libre empezaban a recoger sus bártulos y tenderetes. Por un extremo de la plaza se avistaban las tres cúpulas de la basílica del Sacré-Coeur, la majestuosa cúpula central descollando entre las dos insignificantes cúpulas laterales. Las sombras se alargaban sobre el pavimento de la calle. Después de todo un día de guardar ayuno, tu estómago reclamaba imperiosamente su condumio. Entraste en un café de inmenso escaparate. Te sentaste a una de las mesas. Le dijiste al camarero que mandara a pedir un sencillo menú al restaurante de la calle de Rívoli. Ya te iba a replicar lo absurdo de tu petición, pero le tapaste la boca con un buen puñado de billetes.

Empezaba a llover de nuevo mientras regresabas a tu hotel de la calle de Provence. Hacía un frío de aquí te espero. Pasaste por la Plaza de la Concordia, y algo te impulsó a olvidarte de tus planes primitivos. Entraste a una tienda de complementos y adquiriste la manta más abrigada que tenían. Habías decidido dormir al sereno, teniendo a la vista el obelisco de Luxor...

Dios mío, Dios mío, señor Gardiner. Hay aspectos de ti que jamás lograré comprender. ¿Qué ibas a ganar enfrentándote a la lluvia en una fría noche otoñal? Demasiadas extravagancias para una sola vida... ¿Y por qué has elegido las frondas para aislarte de nosotros? ¿Qué pensarás mientras tu armónica resuena en la profundidad de la noche?...

Te despertaste con el rostro empapado de llanto y lluvia. Tu manta estaba sembrada de hojas rojas, de tonalidad aún más roja por la humedad reinante. Las farolas parpadeaban antes de ser apagadas, en aquellos instantes iniciales del crepúsculo matutino. Coches arriba y abajo. Sirenas de los barcos del Sena. Luces en las ventanas... La manta valía la elevada cantidad que habías pagado por ella; no habías sentido en toda la noche ni el menor atisbo de frío.

Necesitabas afeitarte y hacer tus necesidades mañaneras. Pero permaneciste despierto sobre el banco, recordando que esa noche habías soñado con tu madre. Llevabas mucho tiempo sin pensar en ella, y eso te entristecía una enormidad... Tu madre con los dedos sumergidos en el maíz y el centeno. Su seno oliendo como la flor del almendro en el temprano albor de febrero. Regañándote por cualquier nadería, encareciéndote tu escandalosa inutilidad (¡Qué ibas a hacer! No sabías trabajar; sólo permanecer ocioso). Oh, lluvioso cielo de París. ¡Qué dolor más agudo el recuerdo de tu madre! ¿Y ella..., dónde pararía? Tus necesidades corporales podían seguir apremiándote todo el tiempo que se les antojara, que en ese momento todos tus pensamientos giraban en torno a tu madre. De su boca oíste por primera vez las palabras de la Biblia, y por su boca te apercibiste de la existencia de Dios. ¡Oh, áridos atardeceres de Oklahoma! Tu madre te agobiaba con que aprendieras a ser útil y capaz. Si no, ¿cómo ibas en el futuro a ganar para poder subvenir a tus necesidades? Siendo ignorante, nadie te iba a pagar dinero. Al decir de ella, tu vida era una completa inutilidad: de nada te iba a servir admirar los narcisos entre el centeno, imitar el canto de las aves, asignar formas conocidas a las nubes de primavera; la vida era para sufrirla, y quien no ha sufrido en la vida... es porque está muerto. Tú sufrías ahora la contención de tus inmundicias mañaneras: sufrías porque sabías que nunca volverías a ver a tu madre. Ella exigía demasiado de ti, creyendo distinguir el resplandor de una estrella donde sólo había el débil parpadeo de una vela de sebo... Pensaste que era mejor olvidarla... Hoy ella, y ayer Carol.

Acabaste haciéndotelo en los pantalones. En fin, no siempre tiene uno pensamientos de tan insufrible melancolía.


Capítulo VIII

Y viste pasar muchas estaciones sobre el cielo de la Plaza de la Concordia. Un invierno y una nueva primavera, un verano suave y un otoño de lágrimas frías... ¿Cuánto tiempo fue, señor Gardiner? Dijiste que viste a los árboles mudar seis veces de hojas (yo ya estaba nacida por entonces); y que seis veces los gansos salvajes sobrevolaron París en su retorno anual; y que durante seis años nadie se sentó en el banco de fundición que tú ocupabas. Si sentías hambre, dabas generosas propinas a quienes iban a buscarte la comida a tu restaurante predilecto; si el dinero en efectivo se te agotaba, mandabas a pedir más al banco; si necesitabas asearte, lo hacías en las fuentes cercanas, aunque hiciera un frío de mil demonios, aunque tuvieras que pagar innumerables multas por emporcar el agua pública. Tenías un ejército de recaderos a tu disposición... Y así los seis años pasaron como un suspiro en la Plaza de la Concordia. Ya estabas en plena madurez: tu cuerpo se volvía fofo y pesado, y tu cintura pugnaba por romper la sujeción de los simples pantalones de mahón teñido de azul marino con que gustabas vestirte. Seis años, señor Gardiner. Seis años de incertidumbre y soledad. Tu armónica rindiendo honores a Antonín Dvorák... Seis años, señor Gardiner.

Y amaneció la mañana en que te diste cabal cuenta de tu desatino.

«¿Y he pasado esta porción de mi vida sólo contemplando el granito rosa del obelisco?», te preguntaste conculcado.

Y una sensación nefasta, talmente como un vértigo, te ascendió desde la boca del estómago. Ya dejabas de ser una hoja verde y amenazabas con caer de las ramas del árbol de la vida. El vértigo era inaguantable. Aquella mañana, a eso de las nueve, todos los viandantes volvieron su mirada hacia ti, por cuanto prorrumpiste en un clamor estridente, sostenido y aterrador... Por fortuna, te supiste callar antes de que aparecieran los gendarmes a llamarte la atención por tu irregular comportamiento.

Y para tu fuero íntimo deploraste el hecho de encontrarte solo en la vida y en el mundo. Años atrás, pensaste que habías congeniado bien con la soledad, debido a tu prolongada estancia en la celda de aislamiento de la Penitenciaría Estatal de Utah. Pero ningún ser humano puede a la postre aclimatarse a la soledad. Y era triste estar solo en una ciudad como París, donde los sentimientos de amistad flotaban en el mismo aire. Tú tenías dinero en abundancia, pero ni un solo ser al cual llamar “amigo”...

Ahora también te encuentras aislado, pero te sientes dichoso porque sabes que cuentas con mi amistad incondicionalmente; porque sabes que vaya donde vaya siempre hablaré de ti en los mejores términos; porque yo te quiero como se quiere a esas flores preciosas que crecen en la espesura. Y también las Musas están de tu parte. ¡Que bella música engendras con tu armónica! Música que me va adormeciendo junto a esta ventana lunada y que siembra tus recuerdos parisinos en mi conmovida imaginación...


CONTINUARÁ…

POESIA A DISTANCIA INVITA

Les participo de la invitación que mi estimado amigo Javier Martín Pedrós, gestor y coordinador del proyecto Poesía a distancia ha hecho llegar.

INVITACION.
Estamos trabajando en el tercer libro de la colección “Poesía en la distancia “.
Nuestra intención es dar cabida en el mismo a poetas , hayan o no publicado sus trabajos en alguna ocasión.
Básicamente el proyecto consiste en escribir en la distancia, de forma compartida, sin conocer a priori a la otra persona con la cual estás creando el poema.
En Febrero de 2007 vio la luz el primer libro de la colección “Poesía en la distancia”, y este año se presentó en el Encuentro de Editores Independientes (EDITA) celebrado en Punta Umbría (Huelva), el segundo libro de la colección, cuyo título es “Viaje Inesperado”.
Pasamos a explicaros el funcionamiento del proyecto:
Los trabajos serán de verso libre y como máximo estarán compuestos por cuatro o cinco estrofas que solicitamos no sean extensas.
Hacen de coordinadores Lupe García Araya y Pedro Javier Martín Pedrós.
Los coordinadores envían una estrofa a uno de los autores y éste la continua, o bien le indican que inicie un poema y éstos lo hacen llegar a otro autor para que continúe. Los participantes desconocen con quien están escribiendo el poema hasta el final del proyecto.
Los poemas compartidos estarán en función de la participación, también se incluirá una pequeña selección de cada autor.
Si el proyecto es de tu agrado y quieres participar, necesitamos que te pongas en contacto con nosotros para hacer una selección e incorporarte al proyecto que ya hemos puesto en marcha.
Respetaremos especialmente el orden de llegada hasta completar el cupo.
Con esta nueva experiencia, queremos estimular la creación literaria y el acercamiento entre escritores dispuestos a vivir otro lado mágico y divertido de la poesía.
Por el resultado de los anteriores libros, podemos decirte que es un proyecto agradable e interesante, ya que con los trabajos obtenidos podremos publicar un tercer libro.
Como responsables de la aventura, nos encargaríamos de estar conectados con vosotros, realizar la maquetación, correcciones, pruebas y todo lo relacionado con la editorial.
También asumiremos la financiación del mismo con la petición expresa de que si está dentro de tus posibilidades, cada participante adquiera algunos libros, cuyo precio estaría entre los 8 y 10 €.
Para nosotros es muy importante que los participantes asuman un compromiso de seriedad y responsabilidad en el proyecto.
No dudéis en comunicarnos cualquier duda o aclaración.
Para ponerte en contacto con nosotros:
Lupe : lariex@msn.com>
Javier: jmartinpedros@hotmail.com
También nos puedes visitar en nuestro blog huelvasurlibre.blogspot.com

martes, junio 03, 2008

POESIA - JOSÉ ANTONIO BARROS



Por la vidriera a modo de consuelo
asoma con recelo negra rosa,
en ara, roja pátina reposa
con hebras carmesí lamiendo el suelo.
Cuervos sobre el altar que con su vuelo
buscan infectas vísceras viscosas,
paredes que no son si no otra cosa
más que reflejos lúgubres de duelo.
Pezones arrancados con los dientes,
y el Diablo, sumergido en sus asuntos,
las ánimas empala en su tridente.
Arcanos y temores, todos juntos,
pululan en el aire sútilmente.
¡Bienvenido al hogar de los difuntos!

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QUIERO SER POETA

La arrogancia es mi defensa,
la sonrisa mi tendencia,
la pluma mi herramienta,
la palabra mi virtud.

El honor es mi carencia,
el dolor, mi herida abierta,
mi mirada es mi inocencia,
y mi poesía eres tú.

¿Bohemio?, ¿alma sedienta
de mi propia esclavitud?
Dormiré, soñando la respuesta
dentro de mi ataúd.

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KAKUN 4

Cada vez que gritas crece mi afonía
y si lloras algo moja mis mejillas,
si sonríes es mi cara que sonríe
y si sangras mi sangre es la que se extingue.

Educado para ser tu alma y tu ángel
me dispongo dulcemente al entregarme,
si acaricio tu cuerpo yo noto el roce
de los dedos sigilosos en la noche,
cuando sudas el sudor moja mi frente
y a tus besos no me muestro indiferente.

Si te acechan en la noche yo me asusto
y si te desmoralizas yo me frustro,
si vacilas yo puedo sentir la duda
y volverme de rodillas a la Luna.
Sin embargo si te vuelves al mirarme
son tus ojos los que veo inalcanzables
y si estamos los dos juntos y desnudos
son dos almas las que hacen temblar al mundo,
pasa dentro, te ofrezco mi dormitorio
para hacer de nuestros cuerpos uno solo.
Desde España él, Bunbu.

FOTOGRAFIA - RUBEN PINELLA

Hacía bastante tiempo que no visitaba el blog de mi estimado amigo Rubén Pinella, uno de los primeros invitados a Antaria y quien no dudó en prestar el apoyo autorizando la publicación de fotografías traídas de una de sus páginas, la de su muy celebrado y concurrido proyecto "Una foto cada día".

Sorpresa mayor he llevado al encontrar que el día 28 de febrero de este año, Rubén puso punto final a esta bitácora, como bien dice en sus propias palabras, todo tiene su fin, ley natural de la vida, no?

Traigo a Antaria la última foto que publicó en ese espacio, una manera de agradecerle a Rubén su gentileza y generosidad para con nosotros y aplaudir de esta manera su trabajo de tres años.

En tus nuevos emprendimientos, éxito amigo, gracias por tus fotografías y por contarnos entre tus páginas amigas.










Músico callejero
por
Rubén Pinella

Búsqueda en ANTARIA

WWW http://antaria.blogspot.com

CAMINO PARALELO - VICENTE HUIDOBRO

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