sábado, enero 27, 2007

En Piel Viva ©





para _poemme_

Si la piel fuera transparente miraría ahí:
tu real desnudez, la que ocultas en tu disfraz,
el motor que te mueve y mantiene en la vida.
El mismo acabará con tu existencia volátil.


Es el lamento lúgubre cual grito de mártir
el sonido de los engranajes en piel viva
y la sangre que cae por su cauce, impávida,
con un latido más te mantiene como un mástil.

Tus venas son raíces que sostienen tus carnes,
mientras el cerebro encapsulado crea dioses
que te contaminan y te hacen sentir pensante.

Y en pleno vértigo oyes que alguien llama tu nombre,
decides rendirte, entregarte. ¡Morir! ¡Pero antes!
La piel viva se viste de tu espíritu noble



Carlos Bardellini, pintor, fotógrafo, aprendiz de poeta
Ecuatoriano declarado en autoexilio
http://www.loscuentos.net/cuentos/link/266/266291/

DERECHOS RESERVADOS

Esos Locos Bajitos




Poema
Yo estoy jugando con mis amigos,
Yo tengo amistad,
Quiero estar en el cielo,
Yo lloro por mi mamá,
Yo uso sombrero,
Yo hago silencio.

Álvaro Sebastián Sánchez. 9 años

Si la luna pudiera hablar…
1. ella me diría que la noche es tan hermosa
.2. le diría a los lobos que no aúllen y silencio
3. ella me diría en cuales estados me gusta más.
4. me preguntaría que si quiero que hable
5. o si no que calle para siempre6. que si yo tomaba decisiones malas7. o buenas8. que nosotros deberíamos guardar9. la pena y demostrar lo que somos10. que aceptara las diferencias.

Juan Fernando Rojas. 8 años

Cómo me sentiría si yo fuera un pájaro….
Yo me sentiría más diferente, porque es diferente las manos que las alas, la boca que el pico y uno ir al baño hacer sus cosas si es hombre, por que un pájaro se hace en lo alto y uno volar que caminar.

Carlos Alberto Londoño. 10 años


Proyecto Gulliver
Medellín, Colombia
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub/es/Escuela/Proyecto_Gulliver/index.htm

DERECHOS RESERVADOS PARA LOS NIñOS DE LA HUMANIDAD

jueves, enero 25, 2007

Piel del atardecer ©

Piel del atardecer
by
Carlos Bardellini
DERECHOS RESERVADOS

martes, enero 23, 2007

Canción del río Hudson ©

El río es la ciudad.
Digiere la inmundicia
lenta de los desagües y devora los humos
que se restriegan por su lomo en las madrugadas
de mercurio.
Barcazas con bidones
apilados y oscuros desbaratan
el trazo de las luces sobre el cauce.
Barcazas con enormes cubos
de desperdicios surcan las imágenes
de los enormes cubos del desorden.
Barcazas con las luces encendidas
y turistas borrachos, paquebotes
que dejan un sabor a gasoil en el aire,
lanchas y urcas con focos que disparan
su brillo a la madera calcinada
del agua.
Todo lo digiere, prieto
como la noche; todo lo dibuja
en su pizarra.
Y si algo estorba
o deshace el idilio que desde la avenida
miran ensimismados los amantes,
se besan, y ya nadie mira el río.

El río es la ciudad.

JoséAngel Cilleruelo, poeta.
Barcelona

http://www.adamar.org/numero_18/000148.garcia.htm

miércoles, enero 17, 2007

MI LIBERTAD ©


El prisionero
by
Adolfo Valiente
©










Hay una manera inconfundible de reconocer a un burócrata empedernido: caminando parsimonioso por esos pasillos sombríos con varias hojas sujetas en una de sus suaves manos de uñas recortadas, dirigiéndose sin la menor prisa al departamento de archivo en busca del sello oficial que le otorgue a dichos papeles inmaculados la importancia necesaria a las firmas que los avalan, para luego seguir arrastrando los zapatos bien boleados hasta la fotocopiadora que reproducirá los documentos tantas veces como el cerebro de mi jefe se haya bloqueado en la última semana.

Este no es mi lugar.La luz tenue de lámparas y el ambiente fúnebre de todos estos seres grises, meditabundos, acostumbrados; volteando disimulados de vez en cuando hacia la pequeña televisión que transmite entre cajas de cartón, la cafetera y pilas de expedientes, el partido de fútbol al mínimo volumen permitido por el jefe –los narradores son tan malos que más bien parecen un par de contadores leyendo en voz alta algún balance general o un estado financiero de poca monta-; retornando luego la vista a los escritorios opacos repletos de más y más "documentos oficiales", todos ellos facultados por esas rúbricas horizontales o proyectadas hacia abajo: simples conservadores o declarados pesimistas. -¡Mi hijo firmará hacia arriba, como yo! ¡Lo juro!

Cuando cualquiera de estos coágulos humanos se atreve a levantar la mirada, ya sea por el vuelo de una mosca o para estirar su cuerpo cansado de sellar hojas llenas de números que otros coágulos se encargarán de teclear frenéticos en sus sumadoras, me da por imaginar a Charles Dickens describiendo con lujo de detalle los rostros asustados de los condenados al momento de aproximarse a la guillotina.

¡¡¡Cataplum!!! -¿Cuántas cabezas habrán rodado? ¡Hay que llegar temprano a casa para ver las noticias!

No, definitivamente este no es mi lugar; pero a pesar de ello permanezco sentado, escuchando ese sutil y molesto eco que provoca el rechinido de mi silla mientras el resto se ha largado.8:17 p.m. Debo tener paciencia. Es verdad que el jefe es un prepotente de mierda… Por su parte, Miguel no logrará sacarme de mis casillas… ¿Rosa?, bueno, si no fuera tan tonta me gustaría llevármela a la cama; total, Laura no tendría porqué enterarse… ¡Ah! ¡los chismes de Rebeca!Quizás debería bolear a diario mis zapatos y limarme las uñas… En fin, ya me iré acostumbrando a este horario y a la maldita ampolla de mi mano.

-… su falta de liquidez fue la causante del declive en el eje del ataque –afirma con voz apagada el comentarista en la televisión, al medio tiempo del juego.-Además, no se puede fallar tanto frente al marco sin contar con un sólido plan de financiamiento –añade uno de los narradores; mientras yo me pregunto si están hablando de la falta de tino de los jugadores para meter gol o de los jugosos dividendos por publicidad en sus ridículas camisetas de payaso; entretanto van retornando uno a uno mis compañeros de trabajo a sus lugares para seguir sellando y sumando; decepcionados en verdad, pues ninguna cabeza rodó allá abajo: tres heridos leves y un simple descalabrado fue el resultado del accidente de tránsito.

Paciencia. Faltan cinco minutos para mi libertad.


Antonio Viscaya Durán.
México
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ESTO ES AMOR, QUIEN LO PROBÓ LO SABE ©



Contemplation
by
Meridy Volz
©







Érase un tiempo en el cual la humanidad era hermana
y un lugar en donde la vida era humana.
Vivió una mujer que dio a luz un hermoso retoño,
un niño que sentía el calor de la luz del sol,
una luz que nunca vio… sueño infinito y opaco.
De sueños vivía, con sueños crecía,
de sueños enfermaba, con sueños amaba.
Un día escuchó la voz de una mujer;
timbre melodioso, cadencia pausada,
dulzura de almíbar: se había enamorado.
Y se encontraron, el uno junto a la otra,
en silencio; ella miraba, él… sueño infinito y opaco.
Se tocaban. Se rozaban. Se acariciaban.
Se hablaban se besaban se amaban,
dormían la vida para que la del otro soñara.
Y de sueños vivían, con sueños crecían,
de sueños enfermaban, con sueños amaban.
Érase un día triste:
el calor del sol lamía la piel,
el rubor de las hojas se atropellaban por el viento,
el olor de las arcadas que manaban del follaje,
el pavor a salir de casa, el temor a vivir sin ella.
Sueño infinito y opaco…
Bastón en mano y a tientas
salió en busca de un taxi.
“Lléveme al mesón del acantilado”, dijo al taxista.
“A la orden”, respondió aquél, rodando hacia la autopista.
Érase un día triste:
el calor del sol poco acariciaba,
el furor de las olas del mar que se atropellaban entre las rocas,
el olor a salitre que manaba de las arcadas del mar,
el pavor a descubrir la verdad, el temor a vivir sin ella.
Sueño infinito y opaco…
Bastón en mano y a tientas
llegó a una mesa del mesón, se sienta.
“Deseo que me guise una gaviota, deseo probar su carne”, dijo.
“Me temo que es imposible”, responde sorprendido el mesonero.
“Pagaré lo que quiera. ¡Concédale a este ciego lo que desea!”
Y el mesonero encoge los hombros: “Veré qué puedo hacer”.
(“Será como ciego quien guisotea.”)
Érase un día triste:
el calor del sol no llegaba… Atardecer,
el rumor del viento que abrazaba a las gaviotas,
el olor nutritivo que despedía el horno,
el pavor a saber, el temor a vivir sin ella.
Sueño infinito y opaco…
Y como un sueño imaginó por qué se fue,
imaginó cientos de causas para no creer,
pero era más fuerte su voluntad
y dormía la vida para soñar la de esa mujer,
moriría antes que huir de la verdad.
Érase un día triste:
el calor del sol se marchaba, el frío llegaba,…
el rumor del viento que ululaba, que a las gaviotas silenciaba,
el olor nutritivo que le llegaba del plato,
el pavor a comer, el temor a vivir sin ella.
Sueño infinito y opaco…
Tenedor en mano y a tientas
tomó un poco de carne, de gaviota,
y se la llevó a la boca:
masticó y se hizo la luz, la luz de la verdad:
la verdad como una roca.
Maldijo aquel día triste
prólogo de ese día triste
punto final de una crasa aventura
punto seguido de una noche segura:
primero fue día de regocijo y felicidad
viaje placentero junto a su amada desposada
locura de amor radiante y desbordada
después fue día de tempestad y tormenta
en barco iban y del barco naufragaron
tragedia de la que indemnes escaparon
luego fue día de sosiego y descanso
en isla desierta parada y fonda obligadas
solos ellos desierto y gaviotas asadas
mas tarde fue día de hambruna y desespero
él solo desierto un cuerpo mutilado
y gaviotas reposando en el acantilado
al final fue día de tristeza
sueño de sombra infinita se había salvado
esposa y amante se había marchado.
Érase un día triste:
el calor del sol desapareció… Anochecer,
el rumor del viento que ululando a las gaviotas silenció,
el olor incesante a salitre, denso como la noche,
el furor de las olas del mar que se atropellaban entre las rocas,
el temor a vivir, angustia de vivir para siempre sin ella.
Sueño infinito y opaco…
Bastón en mano y a tientas
buscó el borde del precipicio, halló el acantilado
que rugía como leones hambrientos esperando el banquete.
“Mujer, de sueños vivimos, con sueños crecimos,
de sueños enfermamos, con sueños amamos,
y juntos seremos sueño infinito y opaco
y hacia ti volaré como esas gaviotas que nunca me diste de comer.”
(Y sobre la verdad durmió para siempre.)

Moscugat
España
http://www.librodearena.com/moscugat/blog

DERECHOS RESERVADOS , tanto en texto como imagen.

La Mesa de Billar ©


















Uno y Nueve lo miraban de reojo mientras rodaban a su lado aparentando su amarilla felicidad. -Negro, feo y solo- comentaban Dos y Diez desde una de las esquinas. Tres y Once lo esquivaron con un gran esfuerzo, mientras Cuatro y Doce se decían –Triste, pero es la ley de la Mesa.

La pareja formada por Cinco y Trece vivían felices en su mundo color naranja, sin siquiera dedicar un tiempo al negro habitante del centro. Seis y Catorce sentían compasión por él, pero no se atrevían a comentarlo con el resto. Siete y Quince, los más ancianos de la Mesa, recordaban aún el momento en que él había llegado, y no se explicaban por qué el Creador había permitido a ese ser el rodar en soledad por su plano mundo. Nadie lo quería.

Ocho no necesitaba a nadie. Era el único ser completo de la Mesa, y agradecía al creador el haberlo hecho de esa forma. El resto era tan débil que necesitaba de otro que lo complementara, para poder compararse a él.

Cierto día Ocho recibió al unísono dos golpes muy fuertes. Catorce y Once chocaron al mismo tiempo contra él, uno por cada extremo. La fuerza del golpe fue tal que Ocho se partió por la mitad.

Todos los habitantes de la mesa lloraron lo ocurrido a su negro compañero, sólo en ese momento se percataron de cuán acostumbrados a él estaban, y de cuánto lo extrañarían en el futuro. El juego no sería el mismo sin él.

Cada una de las mitades de Ocho observó a la otra. Durante sus últimos segundos de vida, y por única vez durante su negra existencia, Ocho se sintió acompañado.

Un nuevo Ocho aterrizó en el centro del paño, mientras todos los coloridos números pensaban -¿Quién es ese feo, negro y solitario ser que nos traen al juego?-

Jorge Jimenez, un Ingeniero que un día le dio por escribir ...
Chile
http://www.loscuentos.net/cuentos/local/otro_jota/

martes, enero 02, 2007

aún hoy me acuerdo de Luisito ©


Nací el día aquel de los Idus de Marzo, un día grande y luminoso, una fecha señalada, el mismo día en que nacían los mismos años. Mala suerte que eso fuera en otro tiempo, en mi caso resultó ser día martes, un martes cualquiera a finales de un invierno..

Aún parece que la veo, que la sigo oyendo, que me abriga su presencia y me nutre todavía su entusiasmo. Había en aquel tiempo una mujer alegre y sonrosada que no paraba de cogerme y atusarme, de besarme, de cantar y sonreír, que no dejaba en fin de repetir: “¡qué cielo!, ¡qué lindo eres!, ¡qué niño más bonito!”. Se trataba de Melecia, la niñera, a quien mi madre siempre al quite solía replicar: “¡Ay... pero qué desgracia más graaande…!”.

Una sola madre hubo en aquel tiempo renegada de su gracia, una, una sola, suerte que me tocara. Aunque nunca me he quejado.

El desvarío de mi madre vino a cuenta de la muerte inesperada de mi abuelo, su padre, por quien ella profesaba cierta desbordada devoción. La desgracia aquella acudió con un par de semanas de adelanto al parto, y mi visita, tan cercana como inoportuna, provocó que no aceptara el cambio desigual del uno por el otro que los cielos la infringieron. Lo tomó muy mal. Un santo por un demonio, decía. Verme a mí provocaba en ella ciertos sarpullidos de carácter que la hacían aferrarse más y más a su amor por el abuelo. Así que fue por ese entonces cuando decretó mi venida como un suceso infausto; y yo, que no tenía donde ir en aquel tiempo, me quedé a su lado ignorando el daño que causaba.

De modo que no tuvo más remedio que apartarse de mi influjo pernicioso buscando acomodo en un refugio, que tal fue para ella el templo inaccesible del culto a la memoria del extinto, mi difunto abuelo. Y tanto y tanto se afianzó en los dictados de aquella devoción, que fue sin duda a causa de una inspiración sagrada que aquel día le cortara la cabeza al bueno de Luisito.

Años más tarde supe que la interceptaron con el hacha ardiente en una mano, la cabeza del pobre incauto suspendida de la otra, y una frase compulsiva en los ojos y los labios. “¡El otro!... ¡el otro!... ¡¿dónde está el otro demoniooo?!”, dicen que decía.

Siempre me dijeron que fue para otros hijos madre afectuosa, que lo fue con los mayores, los que no llegaron a destiempo. Mala suerte. Las cosas vienen como vienen y ya no sirve darle vueltas. Por eso no me quejo.

Pero aún hoy me acuerdo de Luisito… y lo cierto es que jamás volví a probar un gato semejante.

retugenos
Espania
DERECHOS RESERVADOS

No se culpe a nadie de mi muerte ©

-¡Pero es que no hay manera, señor mío! ¿Hace falta que se lo explique en arameo? –subiendo el tono de su voz ronca la mujer madura- ¡Por el alma de mis nietos! ¡Llevo veinte años trabajando aquí y es la primera vez que me sucede esto!

-Póngase por un momento en mi lugar –lo intenta por enésima vez el tozudo hombre de aspecto sencillo, inocente, simple; tan simple como su chamarra de mezclilla que lo abriga hasta la cintura en su corta estatura; dibujando apenas un esbozo de lo que fuera una abierta, emocionada sonrisa tres minutos atrás-, si paso estas palabras a un papel, siento que perderán por completo su significado, les añadiré una coma, así como no queriendo la cosa, pensando que de esta manera ganará en énfasis, usted sabe. Luego, seguramente vendrán los sinónimos y la fonética. ¡Por favor! ¡acepte usted el mueble! Total, podrían colocarle el sello en la parte posterior o incluso sobre la oración; por mí no habría ningún problema –encogiéndose tímidamente de hombros.

-Eh… disculpe la intromisión, caballero –interrumpe la discusión en la fila un desconocido de gabardina negra que abraza amoroso tres breves ejemplares empastados, formado detrás del pintoresco individuo empeñado en convencer a la empleada de la oficina de Derechos de Autor-, si no he entendido mal, ¿desea usted obtener… alguna clase de derechos sobre… ese buró? –clavando su vista curiosa en el singular enser, reducido a una diminuta puerta sin molduras y hasta sin manija; sintiendo la necesidad de asomarse por ese huequillo redondo que alguna vez albergara una chapa, ahora ligeramente astillado, rodeado de barniz quebradizo; mientras se desabotona la gabardina.

-¡Claro que no! –responde con el último aliento de su sonrisa el aspirante al registro- Yo solamente deseo obtener el certificado que me conceda la autoría de mi frase –coloca el buró en el suelo (además es cojo), señalando pusilánime la dichosa frase, literalmente grabada en la parte superior de la vieja madera del buró.

Hasta la dama se pone en pie para asomarse cautelosa a través de la ventanilla. El creador de la frase siente orgullo; el fulano entrometido se sorprende, no tanto del concepto sino de la habilidad del otro por lograr plasmar con cierta claridad esas letras diminutas y chuecas sobre el pequeño mobiliario; confundiéndose una "R" con un par de "pes" minúsculas en tipo y tamaño.

-Vaya vaya… ¿usted labró esto? –pregunta con descaro el de la gabardina, aguzando su larga nariz de gavilán y esos ojos miopes de lechuza trasnochada.

-Así es –responde el proyecto de artista; hinchándose ahora de orgullo a pesar de no sentir mucho ánimo para transformar su rostro insulso, alargado y triste en al menos un gesto de esperanza.

-Pues lo felicito. Hace falta mucha paciencia para lograrlo. ¿Qué usó? ¿formones, gurbias? Debió necesitar también un delicado martillo de tapicero –agachándose aún más para asegurarse si eso que intenta enfocar son simples letras o una extraña fórmula extendida.

-No. Solamente un cuchillo, un cuchillo de mesa. Eso sí, bien afilado –afirma, satisfecho de su obra.

-Y… dígame… ¿qué significa? –parpadeando sin cesar, inclinado sobre sus rodillas al tratar de adivinar la identidad de un cero que quizás sea una O.

-¿Pues qué no lo lee? –un poco molesto responde el autor, para luego pasar la vista por la frase, recitándola con cierta afectación:- "El sentido del humor es más importante que tener amigos, mujeres o dinero, pues al poseerlo, los otros tres se darán por añadidura".

Poco a poco asimila el varón intrigado que eso que parecía el símbolo de raíz cuadrada, es la patética tilde de una letra Ñ en picada.

-Yo no tengo ningún inconveniente en recibir su obra –interviene la oficinista, quien a pesar de tener una apariencia amable, en estos momentos luce un tanto desencajada, colocándose una vez más sus coquetos anteojos, reinstalada en su silla giratoria, alternando su vista entre ambos sujetos-; bastante trabajo le habrá costado al amigo haberlo logrado, lo reconozco y admiro su labor en la talla de maderas; ¡pero hombre! ¡siempre y cuando la presente como todo el mundo! ¡un escrito con valor literario debe entregarse en papel y por triplicado!

-¡Es que usted no comprende! ¡Yo…!

-¡Sí, sí! ¡Ya sé! ¡Las comas y la fonética! –interrumpe la dama madura al necio y chaparro dueño del buró; provocando que el fisgón de la gabardina dibuje una divertida mueca traducida en risilla dirigida a las cinco o seis personas ya inquietas, formadas detrás de él, para luego retornar la mirada morbosa sobre la frase casi rupestre; al mejor estilo del forense que elucubra pretextos con el fin de desenmarañar el enigma del cadáver a sus pies.

-De haber contado con una sólida orientación escolar –dice, dirigiéndose al aprendiz de tallador-, y sobre todo una clara idea de mi vocación, allá, en mi lejana juventud, lo más probable es que ahora yo sería un simple siquiatra, y como tal, en lugar de venir a registrar mis poemas, estaría recitando alguna hipótesis para resucitar el sicoanálisis; usted sería un excelente conejillo de indias en mis afanes de debatir sobre los alcances de la originalidad en relación con la autoestima; pero como un iluso escritor frustrado, le digo que frases con menor fuerza que la suya se han convertido en proverbios de generaciones enteras… "E-el sentido del humor… es más… ¿importante?... que t-tener a-amigooos… ¿mujeres?.... ….. o d-di-dinero, pues al mmmm mmmm mmmm..." –termina de leer la sentencia del buró en silencio mientras la burócrata parece desesperar- Me gusta, me gusta. Me agrada usted. ¡Tiene un sarcasmo impresionante!

-¡A ver! ¡Se pueden dar prisa ustedes! ¡Tengo que regresar a mi trabajo! –se queja una chica molesta de ver la fila sin avanzar.

-¡Sí, ande! ¡Vaya a su casa y escriba eso en un papiro si lo desea! Le puede anexar una fotografía del buró si tanto significa para usted –se une otro al reclamo, con bufanda enrollada en el cuello y hasta guantes; a pesar del aire acondicionado en la oficina; mientras las demás ventanillas y en general el resto del personal laboran normalmente.

-Es más –añade una tercer voz, el subalterno que atiende al público al lado de la mujer madura, el clásico gracioso incapaz de desayunar a gusto si antes no ha dicho una de sus frases célebres; dirigiendo su boca de guasón, en esta ocasión, al propietario del buró-, le prometo hablar hoy mismo con el director para que enmarquen la fotografía en el archivo. ¡Jajaja!

Sus risotadas sólo encuentran acomodo en el sorbo de café que disimulada mezcla la encargada de atender al par de excéntricos con un guiño de mala gana, como diciéndole al gracioso "por favor, no empieces tan temprano…".

El hombre de la gabardina toma del codo izquierdo al contrariado aspirante, susurrándole al oído:

-En verdad es usted original. No sólo creo que sea de su autoría la oración; demuestra además valor al venir hasta aquí con este cuadroide de madera… "El sentido del humor –vuelve a leer, más fluido, sobre el buró- es más imp-portante q-que tener… amigos, mujeres o dinero… … …". Amigo mío –extendiéndole su mano, de espaldas a la fila-, le ofrezco mi amistad. Ellos –alzando la voz, refiriéndose a los formados detrás- sólo vociferan frustraciones, escuche sus protestas huecas exigiendo ser atendidos de ipso facto; clásico de quienes con la mofa injustificada logran desahogar su soledad. Su osadía –sigue el entrometido de la gabardina; sin percatarse de que las largas uñas color rojo caramelo de la burócrata simulan la cabalgata de un caballo desbocado- me recuerda a otro viejo amigo, el cual leyó únicamente un libro en su vida, pero le bastó para escribir sus memorias. En cambio su frase denota un ingenio y agudeza genuinos.

-¡Ya! ¡Me tienen harta! –explota la burócrata, apoyada por el resto de desesperados en la fila- ¡Usted se va con su mueble a otro lado y usted ya deje de abrazar sus empastados y pásemelos para darles trámite!

Ante semejante orden, el hombre se arremanga la chamarra de mezclilla mostrando la desnudez de sus frágiles, blancuzcos brazos, cargando con su buró y una profunda resignación; imaginando sus sueños futuros impregnados de una sintaxis militar.

-Sólo dígame una última cosa –añade la vieja empleada, provocando que el pobre tipo voltee, buró en manos, antes de marcharse-, ¿por qué? ¿por qué no en papel? ¿por qué no con un bolígrafo al menos? –con cierto tono piadoso en su voz.

-Porque yo nunca escribo –responde rápido, sincero-. No tengo necesidad de esas cosas –sintiéndose un desgraciado al que el mundo le niega todo de tajo; levantando su mirada cohibida hasta encontrar la de la señora; provoca que el chistoso de al lado dibuje esos patéticos hoyuelos a cada extremo de su boca de bufón al preguntarle:

-Pero ¿por qué la miras así? ¿Acaso mi jefa te provoca miedo?

-Eh… bueno, el que no se ponga nervioso al estar al lado de ella, no debe ser un hombre –responde de nuevo, viendo tímido a los ojos de la mujer, los cuales se abren sorprendidos, halagados:

-¡Por el alma de mi difunto esposo! –chilla su voz rasposa con toda la coquetería de sus arrugas maquilladas- ¡Después de semejante cumplido, si tuviera veinte años menos no dudaría en irme contigo! –a punto de verter su café sobre los anteojos que se retira de nuevo, ruborizándose ligeramente- ¡Un hombre con sentido del humor! ¡qué maravilla! –grita la mujer sin importarle nada.

En verdad conmovido, con sonrisa paternalista, interviene el poeta frustrado, que coloca al fin sus tres empastados a disposición de la dama encantada, misma que lo ignora:

-Caballero, usted es como las hormigas, capaz de cargar con el prójimo, pero se empantana en una gota de agua. Entró aquí con un buró vacío y se lo lleva con un amigo y el recuerdo de una mujer. Le faltó un paso para convertirse en profeta…

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Hace frío en la calle. El solitario empastado con el sello de propiedad intelectual es atesorado fuertemente en el pecho por su dueño, satisfecho de poseer una obra inútil más en su colección.

Camina pavoneándose entre la gente hasta llegar a una esquina donde un triste payaso, no sólo por su maquillaje lloroso y lamentable, además esa postura de derrota irremediable, parece descansar su fatiga en un poste.

No cesa el tintineo de monedas cayendo dentro de su sombrerucho de tela que sostiene con su mano sucia, enguantada; contrastando esos holanes multicolores hasta forrarlo de tobillos a muñecas y zapatos enlodados. Pero sobre todo con ese par de cartelones colgando de pecho y espalda, unidos en la parte superior por un frágil bastidor a manera de chaleco, atado en los costados. Cada uno de los cartelones tiene inscrito con letra impresa: "No se culpe a nadie de mi muerte".

El payaso, flaco, larguirucho, hace un descanso, cambiando de pie de apoyo y de mano para aguantar el peso de las monedas que siguen cayendo en el sombrero de tela a punto de romperse.

Antonio Viscaya Durán

México

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CAMINO PARALELO - VICENTE HUIDOBRO

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