martes, diciembre 11, 2007

CAFE Y LECTURAS con CRISTIAN PIAZZA.

EL VERBO ESCRIBIR.


Me siento chiquito cuando no escribo. Esto no es ninguna novedad para los entendidos en la materia. Mientras no escribo, pienso. Los pensamientos se van sucediendo sin orden o relevancia; van cayendo como hojas en otoño. Si hubiese sido Joyce ya tendría material para dos Ulises. Pero al no serlo, pienso, tengo material para otros textos; distintos a ese monstruo literario de la primera parte del siglo XX, pero no menos poderosos en su propuesta, en sus dolores, en sus estruendos.

El contexto histórico sería distinto, la encrucijada cultural también. James Joyce abandonó su natal Dublín en 1904 junto a Nora Barnacle. La etapa intermedia de su vida transcurre entre Trieste y Zurich. En todos esos años va juntando elementos para su novela mientras se desempeña como profesor de inglés.

Vivir sin patria es para Joyce una ventaja y, a su vez, implica todo el desarraigo que tal situación provoca en una persona. Sin embargo, su memoria literaria no abandona las calles de Dublín. Las historias de Dublinenses (1914) y el Ulises (1922) son ejemplos irrefutables de esa nostalgia hacia su ciudad natal.




No obstante el día en el que transcurre la novela es el 16 de junio de 1904 (fecha de su primera cita con Nora), Leopold Bloom nace en Trieste. Hacia 1907 Joyce le daría clases a un joven judío de nombre Ettore Schmitz y serían amigos a partir de entonces. Ese joven también escribiría y asumiría otro nombre: Italo Svevo. Schmitz o Svevo sirvió de referencia obligatoria para el personaje principal del Ulises...

La pregunta que me hago repetidamente es ¿en qué consiste ser escritor en estos días?. ¿Existe algún rol específico que deba cubrir? o ¿debe informar, fantasear, involucrarse en los aspectos de la vida pública o ninguna de las anteriores? quizás no ha dejado de ser un llamado o un oficio, cuyo rango de importancia varíe según el lugar y la época, o el régimen que lo contenga. La discusión es larga y compleja, y se podría extender con muchos comentarios.

Yo no creo en la libertad absoluta del escritor, como tampoco lo creen Pablo De Santis o Roland Barthes; el mismo Fellini comentaba en una entrevista hacia 1992 que no creía en la libertad total del artista. Añadía que: “ Déjenlo solo, libre de hacer lo que quiera, y este comenzará, precisamente, por no hacer nada”. El escritor para expresarse necesita de cierto rigor, de algún tipo de disciplina, de algo que lo ate a la silla, al cuaderno, a sus textos referenciales; a la calle si es que se nutre de esta.




No escribir hace un daño terrible, es un dolor artrítico que arrincona. Escribir a tientas maltrata la convicción que tenemos de algún día completar algo.

Hay muchas maneras de ser escritor. No todas tienen paga a fin de mes. También Joyce y Svevo tuvieron que ganarse la vida en otros asuntos; Cortázar fue traductor y recién a los 35 años se dedicó por completo a la literatura. Las calles de Nueva York están atestadas de pequeños hombres y mujeres con libreta en mano o iMacs 13 pulgadas; seres de ojos atentos y el pulso benévolo en las esquinas de los cafés y en las plazas durante el verano.

Se escriben blogs y esto nos asegura una cuota de lectores a nivel internacional en lapsos de tiempo raudos que ni el mismo Gutenberg lo hubiera podido presagiar. Se escribe para lograr un equilibrio interno, para publicar en grandes editoriales, para expresar de manera unívoca nuestra arrogancia, sensibilidad o conocimiento...



El hacedor literario, el que me interesa por afectos cercanos, debe estar empeñado única y exclusivamente con su escritura, con el ritmo que quiera obsequiarle a su prosa – exento de llegar a los extremos musicales de Flaubert – sin disociarse de su entorno, de lo que acontece a su alrededor. Los escritores comprometidos con un “Status quo” adolecen de la primera regla que todo artista debe seguir: la libertad de pensamiento. Al igual que un niño, deben creer en lo que mejor les plazca y contradecirse cuantas veces quieran; sin abandonar el rito iniciático de cada mañana ante la página en blanco, el sudor en las manos y la expectativa por lo que quedará plasmado al final del día.

CRISTIAN PIAZZA
BITACORA DEL AUTOR:café y lecturas

Fotos: 1. © Neal Sanche, 3. © Paul Armstrong.

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