martes, diciembre 18, 2007

CAFE Y LECTURAS con CRISTIAN PIAZZA

ESCRIBIR NUEVA YORK.




Mailer dijo haber dejado Nueva York para evitar sus tentaciones, para poder seguir escribiendo. Sabemos que en el fondo fue un gesto altruista de su parte. Entendía que su oficio de escritor demandaba el sacrificio. Vonnegutt, Capote y Talese (aun vivo) no pudieron escindirse de Manhattan, como si tal acto significara desprenderse de un órgano vital.

Son muchos los escritores nuevos que buscan motivaciones en estas calles tan contadas pero a la vez interminables: “New York was an inexhaustible space, a labyrinth of endless steps...” No hay día que pase por una librería sin descubrir cuatro o cinco nuevos escritores que residen aquí: Arthur Phillips, Sheridan Hay, Jonathan Franzen, Marisha Pessl, Jonathan Safran Foer... Además, los cineastas y los fotógrafos son la nueva literatura de la isla. El amor (para usar un término amplio) que declaman Scorsese, Woody Allen, Lumet y Ethan Hawke es equiparable (cada quien en lo suyo) a las páginas de Whitehead o Auster, Pete Hamill o Edmund White.

Escribir (en) Nueva York (Buenos Aires, Roma, Londres) es más que un capricho o una tendencia editorial; es una misión, un encargo transmitido por mandato genético. Manhattan, destruida mil veces, atacada por el rey Kong, reinventada un millón de veces por sus cambios, su velocidad, su anticipación, su treta conciliatoria con los placeres; por los encuadres mágicos de la era digital, los pasos prestados, las vidas fijadas, las etiquetas autoadhesivas; culos y vergas en maníaca atracción, cúmulos y rastreos, corazón, hígado y tetas; amor de madre mezclado en un aura de prostitución. Todo desbocado, en constante fluidez, sin parar, hasta que el amanecer va y devuelve todo a su sitio: la cara lavada y las bragas puestas. Otra vez el milagro de repetirse como idea en sus aceras.




Mailer se replanteaba la ciudad como una página en blanco, era su ejercicio diario, escribiéndose, involucrándose, incluyéndose como genio y figura en sus crónicas. Sus dos candidaturas a la alcaldía, en una de las cuales, propuso la idea de la ciudad como el estado número 51 de la confederación. La puñalada de antología a una de sus esposas en 1960. Sus riñas intelectuales con Gore Vidal. El “Village voice”, su atrevimiento colectivo mejor logrado. Su alergia a la tecnología (sólo para reafirmar su espíritu pendenciero). Su vida y su muerte (abúlica, en una cama de hospital [pero qué detalle] en Manhattan).


CRISTIAN PIAZZA.
BITACORA DEL AUTOR: Café y lecturas

Foto : 2. © Mundocuadro

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