Érase una cabeza recostada
luchando, a duras penas,
por desprenderse;
en esa ambivalencia
que produce,
el deseo enorme
de quedarsey
la obligaciónde separarse.
Espera… espera…que el rocío,
aún no ha lavado la cara de las flores.
Y la luna defiende su trono,
hasta que, enamorada,
por la majestuosidad del sol
y seducida por sus resplandores,
le entregue su sitial.
Duerme…en el cajero del banco,
Eusebio, pegando su cara
a una dulce almohada,
que entretejió,
doblando cuidadosamente
seis periódicos.
¡No le despertéis!
3 comentarios:
Me gusta, sí me gusta...
Un buen poema. Felicitaciones. Magda
Dormir, soñar tal vez...
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