viernes, mayo 30, 2008

TRILOGIA - GIRA POEMA

DON QUIJOTE

Miguel de Cervantes escribió
Tal vez el último libro de Caballería
Dicen que el ilustre escritor de esa obra
Lo hizo para mofarse de lo que ya existía
Debido a la demencia del Quijote
Todo lo contrario, enaltece lo hermoso e ideal
Tan fuerte como olas en el mar
La complicidad de Sancho Panza
El Amor por Dulcinea rebasa
Todos los sucesos antes aislados
Cervantes merece el más grande elogio
Muestra una locura más sublime que ridícula
La hidalguía transcurre con aplomo
Sin dejar motivo para nuevas aventuras
Aun quedan cenizas de ese héroe
Luchamos contra molinos tecnológicos
Las personas se conforman con un lenguaje soez
Se apartan de la divinidad de las letras
Conformándose con canales nada especiales
Que publican lo que creen grandes titulares
Don Quijote de la Mancha
El caballero de triste figura
Expresa lealtad y busca libertad
Suelta así los yugos de la realidad
Sin dejar de propagar la honestidad.

Wilmer Velásquez – Venezuela

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CUANDO UN POETA MUERE
(A Augusto Zorreguieta)

Cuando un poeta muere,
se desatan las tormentas adentro de las copas de cristal
y de nieve que beben sus amigos.
Celebran en estrofas, sus versos taciturnos,
con sus pechos inflamados bordeando terraplenes.
Los barcos desflecan las aguas del Leteo...

Cuando un poeta muere, se doblega la espiga... se serenan los vientos,
la campana se calla, el agua de las fuentes se guarda los deseos.
Silban ritmos los pájaros del último Nocturno
y luego parecieran, de frío, enmudecidos.
Surca Hércules la tierra con sus brazos de héroe
y en la gramilla húmeda le cobran desatino.

Cuando un poeta muere, resucita el poema, se recibe de adulto,
adopta putativo el oído del viento.
Se rompe una burbuja, deja escapar los sueños del “Pensamiento Hereje”
que leudan en silencio.
Se encuentran dos palabras antípodas que nunca se encontraron.

Cuando un poeta muere, se mueren las espinas, se desnudan los lirios.
La luciérnaga apaga su candil melancólico...

Cuando un poeta muere...


Eva Isabel Ruiz Barrios - Argentina

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ROSTRO


El hombre se mira en los hijos de la mujer
sus ojos.
Acaricia su casa, cruza por todos sus pasillos, se refleja en sus pisos, y se acuesta en su cama.
El hombre se tropieza con sus recuerdos, donde respira (se despierta, alborota) toda su vida.
Se sumerge dentro de sus orificios, la conoce, la habita, recorre sus días y sus noches, sus calles.
Es inevitable, decide quedarse allí.
Se borran sus huellas en el tiempo.

Adriana Prieto - Venezuela

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CAMINO PARALELO - VICENTE HUIDOBRO

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