jueves, agosto 30, 2007

Desde mi ventana – Fernando García Muñoz – (Taller).


Desde la ventana de la estancia más grande de la casa, que por cierto es la habitación que compartimos mi hijo y yo. El tiene su dormitorio y yo mi mesa de trabajo y estudio. Dos librerías con puertas de cristal, de Ikea. Y todo el mobiliario de blanco con paredes de friso color blanco, instalado por mi. El ordenador portátil al que he acoplado un monitor-televisor que me permite captar vía satélite los programas de Maharaji, a través del Hot Bird de Eutelsat, con una antena parabólica exclusivamente para mi, ubicada en el terrado de la finca. Una finca con 252 apartamentos y como en las grandes ciudades, cada uno va a lo suyo y si pasamos de darnos los buenos días, mejor que mejor. Uno al final se acostumbra a todo.
Pues bien desde esa ventana y desde la pequeña terraza que da a la calle, a la altura de un cuarto piso, observo todo mi mundo inmediato. Enfrente de nuestro bloque tenemos un vecino, ya jubilado que está siempre limpiando los cristales y al cual lo hemos bautizado como "el pulido". El piso de abajo del pulido, tenemos un chico que debe tener algún problema mental. De vez en cuando corre la cortina tímidamente y como escondiéndose detrás, mira la calle, nos miramos y se esconde de nuevo.
Cuando tenía una bicicleta estática y hacía ejercicio antes de ponerme a meditar, sobre las nueve de la mañana, siempre salía detrás de la cortina y miraba cómo yo hacía bici. Es curioso como podemos estar toda una vida haciendo las mismas cosas a la misma hora y envejeceremos haciendo las mismas cosas cotidianamente.
Tengo delante la Ferretería del barrio, la frutería, y la entidad financiera y mucho ladrillo, demasiado ladrillo, demasiada calle, demasiado asfalto, y pocos coches. La verdad es que es bastante silenciosa la calle. Da gusto salir a la terraza, apoyarse en la barandilla, respirar hondo y a observar lo que la vida te trae delante de tus ojos para que aprendas alguna lección. Me gusta salir algunas noches a la terraza y en el silencio de la noche, me gusta observar a las personas. Quien entra, quien sale, en qué estado vienen a las tantas, quien grita en la noche dando bandazos de un sitio a otro, cantando sin el menor escrúpulo, y sin caerse. Algunas carreras por alguien que ha robado en algún lugar y vienen calle abajo gritando. Es curioso, somos tantos que hay de todo en la viña del Señor.
Y sin embargo todos estamos aquí, se dice que en esta época estaremos todos, hemos de aprender algo que se traen entre manos los diseñadores del plan estratégico divino.
Lo más apasionante y maravilloso de mirar por la ventana, es que tenemos dos preciosas ventanas ubicadas en nuestras caras, por donde un maravilloso ser está mirando y en la medida que ese ser que mira y observa, disfrute más de la existencia y de la experiencia interior, verá un mundo mágico y asombroso delante de sus narices. No importa lo que observe ni a quien vea. La obra de arte se estará manifestando hacia dónde mire. Los colores, la espátula, la paleta del pintor interior irán trazando y dibujando la perfección. Y lo más increíble de todo es que el corazón es el único que puede captar esa grandeza de la creación. Todo estará en su lugar, no sobrará nada ni habrá que quitar nada. Todo será perfecto. Y todo se estará manifestando desde mis ventanas.

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